terça-feira, 30 de junho de 2009

PENSAMIENTOS SOBRE EL SACERDOCIO de San Juan María Bautista Vianney, Santo Cura de Ars Patrón universal de los sacerdotes

I
"¿Qué es el sacerdote? Un hombre que ocupa la plaza de Dios, un hombre revestido de todos los poderes de Dios. Vamos- dice nuestro Señor al sacerdote- como mi Padre me ha enviado, yo os envío. Todo el poder me ha sido dado en el cielo y en la tierra. Ve a instruir a todas las naciones. Quie te escucha me escucha; quien te desprecia me desprecia. Cuando el sacerdote redime los pecados , no dice: Dios te perdona. Él dice: Yo te absuelvo. "

II
Si no tuviésemos el sacramento del orden sacerdotal, no tendríamos a Nuestro Señor. ¿Quién le ha puesto ahí, es ese tabernáculo? El sacerdote. ¿Quién ha recibido el alma en su entrada a la vida? El sacerdote. ¿Quién la alimenta para darle fuerza para hacer su peregrinación de la vida? El sacerdote. ¿Quién la preparará a presentarse ante Dios, lavando esta alma, por última vez , en la sangre de Jesucristo? El sacerdote. ¿Y si esta alma va amorir por el pecado, quién la resucitará?, ¿quién le devolverá la calma y la paz? Otra vez el sacerdote.
No os podéis acordad de una buena obra de Dios, sin encontrar al lado de este recuerdo a un sacerdote.
III
Las otras buenas obras de Dios no nos servirían de nada sin el sacerdote. ¿Para qué serviría una casa llena de oro, si no tenemos a nadie que nos obra la puerta? Sin el sacerdote, la muerte y la pasión de Nuestro Señor no servirían de nada.
Tras Dios, ¡el sacerdote lo es todo! Dejada una parroquia veinte años sin sacerdote, adorarán a las bestias.
Cuando se quiere destruir la religión, se comienza por atacar al sacerdote, porque allá donde no hay sacerdote, no hay sacrificio, y donde no hay sacrificio, no hay religión.

IV
¡Oh! ¡Que cosa es el sacerdote! Si él se percatara de ello, moriría... Dios le obedece: dice dos palabras y Nuestro Señor desciende del cielo.
¡No se comprederá la dicha que hay en decir la misa más que en el cielo!
V
Si uno tuviera suficiente fe, veríua a Dios escondido en el sacerdote como una luz tras su fanal, como un vino mezclado con el agua. Hay que mirar al sacerdote, cuando está en el altar o en el púlpito como si de Dios mismo se tratara".
VI
Se da mucha importancia a los objetos depositados en la escudilla de la Santa Virgen y del Niño Jesús en Loreto. Pero los dedos del sacerdote, que han tocado la carne adorable de Jesucristo, que se han sumergido en el cáliz donde ha estado su sangre, en el vaso sagrado donde ha estado su cuerpo, ¿no son más preciosos? El sacerdocio es el amor del Corazón de Jesús. Cuando veas al sacerdote, piensa en Nuestro Señor.
VII
El sacerdote no es sacerdote para sí mismo. Él no se da la absolución. No se administra los sacramentos. No es para sí mismo, lo es para vosotros.
VIII
El sacerdote es como una madre, como una comadrona para un niño de pocos meses: ella le da su alimento. Él no tiene más que abrir la boca. La madre dice a su hijo: Toma, pequeño mío, come. El sacerdote os dice: Tomad y comed el cuerpo de Cristo que os guarde y os conduzca a la vida eterna. ¡Que palabras más bellas!
Un niño cuando ve a su madre va hacia ella; lucha contra quienes la retienen, abra su boquita y tiende sus pequeñas manos para abrazarla. Nuestra alma, en presencia del sacerdote, se alza naturalmente hacia Dios, sale a su encuentro.

Homilía del Papa Benedicto XVI en la Solemnidad de los Apóstoles San Pedro y San Pablo


Señores Cardenales,

Venerados Hermanos en el Episcopado y en el Sacerdocio,

¡Queridos hermanos y hermanas!

Dirijo a todos mi saludo cordial con las palabras del Apóstol al lado de cuya tumba nos encontramos: A ustedes gracia y paz en abundancia” (1 Pe 1,2). Saludo, en particular, a los Mimbros de la Delegación del Patriarcado ecuménico de Constantinopla y a los numerosos Obispos Metropolitanos que hoy reciben el Palio. En la oración colecta de esta jornada solemne pedimos al Señor “que la Iglesia siga siempre la enseñanza de los Apóstoles de los cuales ha recibido el primer anuncio de la Fe”. La petición que dirigimos a Dios al mismo tempo nos interpela: ¿seguimos nosotros las enseñanzas de los grandes Apóstoles fundadores? ¿Les conocemos en verdad? En el Año Paulino que ayer concluyó buscamos escuchar de un modo nuevo a él, el “maestro de las gentes”, y de aprender así nuevamente el alfabeto de la fe. Hemos buscado reconocer con Pablo y mediante Pablo a Cristo y encontrar así el camino para la recta vida cristiana. En el Canon del Nuevo Testamento, además de las Cartas de san Pablo, hay también dos Cartas bajo el nombre de san Pedro. La primera de ellas se concluye explícitamente con un saludo desde Roma, pero que aparece bajo el apocalíptico nombre de cobertura de Babilonia: “Les saluda la co-elegida que vive en Babilonia…” (5,13). Llamando a la Iglesia de Roma la “co-elegida”, la coloca en la gran comunidad de todas las Iglesias locales – en la comunidad de todos aquellos que Dios ha unido, para que en la “Babilonia” del tiempo de este mundo construyan su Pueblo y hagan entrar a Dios en la historia. La Primera Carta de san Pedro es un saludo dirigido desde Roma a la entera cristiandad de todos los tiempos. Ella nos invita a escuchar “la enseñanza de los Apóstoles”, que nos indica el camino hacia la vida.

Esta Carta es un texto muy rico, que proviene del corazón y toca el corazón. Su centro es – ¿cómo podría ser diversamente? – la figura de Cristo, que viene ilustrado como Aquél que sufre y que ama, como Crucificado y Resucitado: “Insultado, no respondía con insultos, maltratado, no amenazaba venganza… De sus llagas fuimos curados” (1 Pe 2,23s). Partiendo del centro que es Cristo, la Carta constituye pues, también, una introducción a los fundamentales Sacramentos cristianos del Bautismo y de la Eucaristía y un discurso dirigido a los sacerdotes, en el cual Pedro se califica como co-presbítero con ellos. Él habla a los Pastores de todas las generaciones como aquel que personalmente ha sido encargado por el Señor de apacentar sus ovejas y así recibió de manera particular un mandato sacerdotal. ¿Que cosa, por tanto, nos dice san Pedro – precisamente en el Año Sacerdotal – acerca de la tarea del sacerdote? Ante todo, él comprende el ministerio sacerdotal totalmente a partir de Cristo. Llama a Cristo el “pastor y custodio de las… almas” (2,25). Donde la traducción italiana habla de “custodio”, el texto griego tiene la palabra epíscopos (obispo). Un poco más adelante, Cristo es calificado como el Pastor supremo: archipoímen (5,4). Sorprende que Pedro llame a Cristo mismo obispo – obispo de las almas. ¿Qué intenta decir con ello? En la Palabra griega está contenido el verbo “ver”; por eso ha sido traducida como “custodio” o sea “vigilante”. Pero ciertamente no se entiende una vigilancia externa, como se puede decir tal vez de un guardia carcelario. Se entiende más bien como un ver desde la altura – un ver a partir de la elevación de Dios. Un ver en la perspectiva de Dios es un ver del amor que quiere servir al otro, que quiere ayudarlo a ser verdaderamente sí mismo. Cristo es el “obispo de las almas”, nos dice Pedro. Esto significa: Él nos ve en la perspectiva de Dios. Mirando a partir de Dios, se tiene una visión de conjunto, se ven los peligros como también las esperanzas y las posibilidades. En la perspectiva de Dios se ve la esencia, se ve el hombre interior. Si Cristo es el obispo de las almas, el objetivo es aquél de evitar que el alma en el hombre se empobrezca, es hacer sí que el hombre no pierda su esencia, la capacidad para la verdad y el amor. Hacer sí que él venga a conocer a Dios; que no se pierda en callejones sin salida; que no se pierda en el aislamiento, sino que permanezca abierto para el conjunto. Jesús, el “obispo de las almas”, es el prototipo de todo ministerio episcopal y sacerdotal. Ser obispo, ser sacerdote significa en esta perspectiva: asumir la posición de Cristo. Pensar, ver y actuar a partir de su posición elevada. A partir de Él estar a disposición de los hombres, para que encuentren la vida.Así la palabra “obispo” se acerca mucho al término “pastor”, es más, los dos conceptos pasan a ser intercambiables. Es tarea del pastor, pastorear y custodiar el rebaño y conducirlo a los pastos justos. Pastorear el rebaño quiere decir tener cuidado en que las ovejas encuentren la nutrición justa, sea saciada su hambre y apagada su sed. Fuera de metáfora, esto significa: la palabra de Dios es la nutrición de la que el hombre tiene necesidad. Hacer siempre de nuevo presente la palabra de Dios y dar así nutrición a los hombres es la tarea del recto Pastor. Y él debe saber también resistir a los enemigos, a los lobos. Debe preceder, indicar el camino, conservar la unidad del rebaño. Pedro, en su discurso a los presbíteros, evidencia aún una cosa muy importante. No basta hablar. Los Pastores deben hacerse “modelos del rebaño” (5,3).
La palabra de Dios es traída del pasado al presente, cuando es vivida. Es maravilloso ver como en los santos la palabra de Dios se convierte en una palabra dirigida a nuestro tiempo. En figuras como Francisco y después de nuevo como el Padre Pío y muchos otros, Cristo es convertido en realmente contemporáneo de su generación, sale del pasado y entra en el presente. Esto significa ser pastor – modelo del rebaño: vivir la Palabra ahora, en la gran comunidad de la santa Iglesia. Muy brevemente quisiera aún llamar la atención sobre otras dos afirmaciones de la Primera Carta de san Pedro, que tienen que ver de manera especial con nosotros, en este tiempo. Está ante todo la frase hoy nuevamente descubierta, en base a la cual los teólogos medioevales comprendieron su tarea: “Adorar al Señor, Cristo, en sus corazones, dispuestos siempre a responder a quien pregunte la razón de la esperanza que hay en ustedes” (3,15). La fe cristiana es esperanza. Abre el camino hacia el futuro. Y es una esperanza que posee racionalidad; una esperanza cuya razón podemos y debemos exponer. La fe proviene de la Razón eterna que entró en nuestro mundo y nos ha mostrado al verdadero Dios. Va más allá de la capacidad propia de nuestra razón, así como el amor ve más que la simple inteligencia. Pero la fe habla a la razón y en la confrontación dialéctica puede resistir a la razón. No la contradice, sino que va a la par con ella y, al mismo tiempo, conduce más allá de ella – introduce en la Razón más grande de Dios. Como Pastores de nuestro tiempo tenemos la tarea de comprender nosotros primero la razón de la fe. La tarea de no dejarla permanecer simplemente como una tradición, sino reconocerla como respuesta a nuestras preguntas. La fe exige nuestra participación racional, que se profundiza y se purifica en un compartir de amor. Forma parte de nuestros deberes como Pastores penetrar la fe con el pensamiento para estar en grado de demostrar la razón de nuestra esperanza en la disputa de nuestro tiempo. Más aún – el pensar, por sí solo, no basta. Así como el hablar, por sí solo, no basta. En la catequesis bautismal y eucarística en el segundo capítulo de su carta, Pedro alude al Salmo usado por la Iglesia primitiva en el contexto de la comunión, especialmente el versículo que dice: “Gustad y ved que bueno es el Señor” (Sal 34 [33], 9; 1 Pe 2,3). Solo el gustar conduce al ver. Pensemos en los discípulos de Emaús: solo en la comunión convivida con Jesús, solo en la fracción del pan se les abren los ojos. Solo en la comunión con el Señor realmente experimentada ellos se convierten en videntes. Esto vale para todos nosotros: más allá del pensar y del hablar, tenemos necesidad de la experiencia de la fe; de la relación vital con Jesucristo. La fe no debe permanecer como una teoría: debe ser vida. Si en el Sacramento encontramos al Señor; si en la oración hablamos con Él; si en las decisiones cotidianas nos unimos a Cristo – entonces “veremos” siempre de más cuanto Él es bueno. Entonces experimentaremos qué bueno es estar con Él. De una tal certeza vivida se deriva la capacidad de comunicar la fe a los demás de modo creíble.
El Cura de Ars no era un gran pensador. Pero él “gustaba” al Señor. Vivía con Él desde las minucias de lo cotidiano además de las grandes exigencias del ministerio pastoral. De este modo se convirtió en “uno que ve”. Había gustado, y por esto sabía que el Señor es Bueno. Oremos al Señor, para que nos dé este gustar y podamos convertirnos en testigos creíbles de la esperanza que está en nosotros.Al final quisiera hacer notar aún una pequeña, pero importante palabra de san Pedro. Después del inicio de la Carta él nos dice que la meta de nuestra fe es la salvación de las almas (Cf. 1,9). En el mundo del lenguaje y del pensamiento de la actual cristiandad esta es una afirmación extraña, y para algunos quizás escandalosa. La palabra “alma” ha caído en descrédito. Se dice que esto llevaría a una división del hombre en espíritu y físico, en alma y cuerpo, mientras que en realidad sería una unidad indivisible. Además “la salvación de las almas” como meta de la fe parece indicar un cristianismo individualista, una pérdida de responsabilidad para el mundo en su conjunto, en su corporeidad y en su materialidad. Pero de todo esto no se encuentra nada en la carta de san Pedro. El celo por el testimonio a favor de la esperanza, la responsabilidad por los demás caracterizan el entero texto.
Para comprender la palabra sobre la salvación de las almas como meta de la fe debemos partir de otro punto. Sigue siendo verdad que el descuido de las almas, el empobrecimiento del hombre interior no destruye solo al individuo, sino que amenaza el destino de la humanidad en su conjunto. Sin sanación de las almas, sin sanación del hombre desde dentro, no puede haber una salvación para la humanidad. La verdadera enfermedad de las almas, san Pedro la califica como ignorancia – es decir, como no conocimiento de Dios. Quien no conoce a Dios, quien al menos no lo busca sinceramente, queda fuera de la verdadera vida (Cf. 1 Pe 1,14). Aún otra palabra de la Carta puede sernos útil para entender mejor la fórmula “salvación de las almas”: “Purifiquen sus almas con la obediencia a la verdad” (Cf. 1,22). Es la obediencia a la verdad la que hace pura al alma. Y es el convivir con la mentira que la contamina. La obediencia a la verdad comienza con las pequeñas verdades de lo cotidiano, que con frecuencia pueden ser fatigosas y dolorosas. Esta obediencia se extiende después hasta la obediencia sin reservas de frente a la Verdad misma que es Cristo. Tal obediencia nos hace no sólo más puros, sino, sobretodo, también libres para el servicio a Cristo y también a la salvación del mundo, que por siempre toma inicio con la purificación obediente de la propia alma mediante la verdad. Podemos indicar el camino hacia la verdad solo si nosotros mismos – en obediencia y paciencia – nos dejamos purificar por la verdad.Y ahora me dirijo a ustedes, queridos Hermanos en el episcopado, que ahora recibirán de mis manos el palio. Ha sido tejido con lana de corderos que el Papa bendijo en la fiesta de santa Inés. De este modo se recuerda a los corderos y a las ovejas de Cristo, que el Señor resucitado confió a Pedro con la tarea de apacentarles (Cf. Jn 21,15-18). Recuerda el rebaño de Jesucristo, que ustedes, queridos Hermanos, deben apacentar en comunión con Pedro. Nos recuerda a Cristo mismo, que como Buen Pastor tomó sobre sus espaldas a la oveja perdida, la humanidad, para llevarla a casa. Nos recuerda el hecho que Él, el Pastor Supremo, quiso hacerse Cordero, para hacerse cargo desde dentro del destino de todos nosotros; para llevarnos y sanarnos desde dentro. Queremos orar al Señor, para que nos permita estar sobre sus huellas Pastores justos, “no porque estamos obligados, sino de buena gana, como le gusta a Dios… con ánimo generoso… modelos del rebaño” (1 Pe 5,2s). Amén.

Hay profundas diferencias entre los dos ritos; por ejemplo, la dirección de la celebración. El antiguo rito está centrado en Dios.

Fotos das últimas ordenações que aconteceram na FSSPX quer na Suíça quer na Alemanha



El Padre Franz Schmidberger, superior del distrito alemán de la FSSPX, ha concedido una entrevista a la Agencia Católica de Noticias en la que se vislumbra la que podría ser la solución canónica prevista para la regularización de la Fraternidad, una vez terminados los diálogos teológicos.

El superior de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X en Alemania, Padre Franz Schmidberger, ha defendido la ordenación de los nuevos sacerdotes, planeada para el próximo fin de semana. En una entrevista con la Agencia Católica de Noticias (KNA), Schmidberger también comentó sobre su evaluación del Concilio Vaticano II y sobre lo que espera de las próximas discusiones con Roma.

Sr. Schmidberger, ¿es usted un sacerdote de la Iglesia Católica?
Por supuesto. Fui ordenado al sacerdocio en 1975 por el Arzobispo Marcel Lefebvre en Econe.
¿Dice esto sin reservas?

Sí. Vivo y trabajo en el corazón de la Iglesia.

¿Qué significa para usted el Concilio Vaticano II?

No hay duda de que fue un concilio ecuménico, pero entre los 21 concilios éste posee un status único, como concilio pastoral. Ambos Papas del Concilio declararon que no deseaban definir ningún nuevo dogma. Por consiguiente, el Concilio Vaticano II no tiene el mismo status que los demás concilios.

¿Qué hay de sus contenidos?

El espíritu del Concilio ha sido descripto como un espíritu malo, incluso por el Papa Benedicto XVI. Hay declaraciones ambiguas en los documentos, y muchas otras que no son conformes con la doctrina tradicional.

¿Cómo debiera ser el diálogo teológico sobre el Concilio entre la Fraternidad y Roma?

En lo que se refiere a la forma externa, podría ser oral o escrito, pero debería ser primariamente escrito. Hemos seleccionado a los representantes de nuestro lado, y Roma también ha elegido a su gente. Las discusiones considerarán qué es ambiguo en el Concilio, qué contradice la doctrina tradicional de la Iglesia.

Francamente, ¿cree que el antiguo y el nuevo rito pueden coexistir en el largo plazo?

Bueno, tendremos que ver cómo se desarrollan las cosas. Hay profundas diferencias entre los dos ritos; por ejemplo, la dirección de la celebración. El antiguo rito está centrado en Dios. El nuevo está centrado en el hombre. Muchos de los gestos, símbolos y rituales han sido fundamentalmente cambiados. Hoy, el antiguo rito es como una roca sólida en medio del turbulento oleaje, y debe permanecer sin cambios. El nuevo rito requiere una revisión radical, de modo que la naturaleza sacrificial sea, una vez más, expresada explícitamente.

¿Qué piensa la Sociedad del decreto del Concilio sobre el Ecumenismo [Unitatis Redintegratio]?

Dice que otras religiones también poseen los medios de salvación. Si esto es verdadero, entonces ya no hay motivo para comprometerse en la actividad misionera. Esto necesita ser aclarado.

¿Y sobre Nostra Aetate, que versa sobre la relación con los judíos?

No sólo con los judíos, trata también del Islam, del hinduísmo y del budismo. Estas religiones no cristianas son colmadas de alabanzas. Esto ha fomentado la expansión del Islam, por ejemplo. Hoy, hay 4.3 millones de musulmanes en Alemania. La Iglesia tiene el mandato de trabajar por su conversión, pero no conozco ni un solo obispo alemán que haya hecho algún plan para hacer esto. En lo que se refiere a la relación con los judíos, las declaraciones del Concilio no pueden ser criticadas en lo esencial. Pero a partir del Concilio, sigue apareciendo la idea de que los judíos tienen su propio camino de salvación. Esto se opone completamente al mandato misionero de Jesucristo.

¿Y también tienen problemas con la descripción de los judíos, hecha por el Papa Juan Pablo II, como “hermanos mayores de los cristianos”?

Ciertamente lo son Abraham, Isaac, Jacob y los profetas. Pero los judíos del día de hoy no lo son porque no reconocen a Jesucristo como el único Redentor. ¿Cómo podrían ser, entonces, hermanos mayores?

¿Es una impresión correcta pensar que ustedes, con sus posiciones, quieren fijar los términos para la unidad con la Iglesia Católica?

Queremos que la verdad triunfe. No tiene nada que ver con las opiniones subjetivas, se trata sólo de la verdad.

Como ustedes la definen.

No, nosotros leemos todas las declaraciones previas de los Concilios y los Papas. El Papa Pío IX habló contra la libertad religiosa, por ejemplo. La cuestión es: estas religiones falsas, ¿poseen derechos naturales? El Concilio Vaticano II responde en forma diferente a Pío IX. Eso es una ruptura.

El Derecho Canónico exige que los sacerdotes obedezcan al obispo local. ¿Por qué esto es para ustedes una dificultad?

No es difícil, para nada. Pero somos una Sociedad, que incluso fue alabada por Roma en 1971. Después, desarrollamos nuestra propia vida. Entonces surgieron tensiones porque nos negamos a participar en las destructivas reformas protestantizantes. Tenemos cuestiones acerca de la fe de la Iglesia, y los obispos sólo responden demandando obediencia. Pero la fe es superior a la obediencia.

En conexión con el escándalo en torno a Williamson, el Papa Benedicto acusó a la FSSPX de arrogancia, y los urgió a evitar provocaciones. Pero lo que sucedió fue lo contrario. ¿Cómo pueden ustedes ayudar a recomponer el asunto?

Naturalmente, todo hombre tiene sus debilidades y se dijeron cosas desafortunadas. Pero queremos convivir pacíficamente. He escrito una carta privada personal al titular de la Conferencia Episcopal, el Arzobispo Zollitsch, pero los obispos no quieren entrar en las discusiones. Rechazan cualquier diálogo con nosotros. ¿Por qué exigen que obedezcamos el derecho canónico a la letra, y al mismo tiempo afirman que estamos fuera de la Iglesia?

En el 2005, hubo conversaciones en Castel Gandolfo en las que, además del Papa, participaron el Cardenal Darío Castrillón Hoyos, el obispo tradicionalista Bernard Fellay y usted mismo. ¿Qué se acordó en ese momento?

Discutimos la situación completa de la Sociedad, y acordamos el camino que ahora estamos siguiendo. El Motu Proprio del 2007 y el levantamiento de las llamadas excomuniones fueron los primeros pasos. Ahora viene el diálogo teológico. Después, tendremos que encontrar una estructura canónica para la Sociedad con sus 500 sacerdotes. Estamos satisfechos con la solución que Roma está considerando.

¿Y cuál es?

Está en la dirección de una prelatura personal.

¿Similar al Opus Dei?

Algo así.

Hay más ordenaciones planeadas para el próximo fin de semana, aunque Roma ha dicho que son ilícitas. ¿Por qué insisten con estas ordenaciones?

La más alta ley de la Iglesia es la salvación de las almas. Los fieles tienen el derecho a la celebración de la forma tradicional de la Misa. Se trata tan sólo de proveer sacerdotes que deseen proclamar el evangelio. Las ordenaciones no buscan ser una afrenta a nadie. En realidad, se hacen para ayudar al Papa y a los obispos, pero éstos actúan como los enfermos que se rehúsan a tomar la medicina que los ayudaría a mejorar su salud.

Y entonces están reclamando el rol de médicos.

Sí, es verdad. La Tradición es la única guía para sacar a la Iglesia de la crisis presente. En 1950, 13 millones de católicos asistían a la Misa dominical. Hoy son menos de 2 millones. Eso es una caída del 85 por ciento. En diez años, todas las Iglesias estarán vacías. ¿Es eso lo que los obispos quieren? ¿Qué va a suceder con nuestros niños? Se trata de preservar la cristiandad en occidente.

Fuente: Rorate Caeli

Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

Bento XVI: con Cristo se inició un nuevo modo de venerar a Dios, un nuevo culto





Retomamos algunas importantes ideas de la homilía del Papa Benedicto XVI en la clausura del Año Paulino en la cual habla del anticonformismo de una fe verdaderamente adulta, que sabe unirse a la fe de la Iglesia - aunque contradiga el “esquema del mundo contemporáneo” -, que se compromete con la inviolabilidad de la vida humana, que reconoce el matrimonio entre un hombre y una mujer como el proyecto de Dios, que no se deja zarandear por los vientos de la moda, conforme la enseñanza del Apóstol Pablo.

Con profunda emoción, en su homilía, el Santo Padre anunció, ante el sarcófago de Pablo –conservado bajo el altar papal-, que se ha realizado un exhaustivo estudio de su interior. Desveló que los restos hallados pertenecen a una persona que vivió entre el siglo I y II. Ulterior confirmación de que se trata de los restos mortales del Apóstol Pablo.

A continuación, desarrolló su homilía cuya síntesis proponemos en diversas claves:

- Núcleo esencial de la existencia cristiana [...]: con Cristo se inició un nuevo modo de venerar a Dios, un nuevo culto. Consiste en el hecho de que el hombre viviente se transforma él mismo en adoración, “sacrificio” hasta en el propio cuerpo. Ya no se ofrecen cosas a Dios. Es nuestra propia existencia que debe convertirse en alabanza de Dios. ¿Pero cómo sucede esto? [...] [Pablo] Nos da la respuesta: “No os conforméis a este mundo, sino dejaos transformar renovando vuestro modo de pensar, para poder discernir la voluntad de Dios…”.

- Las dos palabras decisivas son: “transformar” y “renovar”. Debemos convertirnos en hombres nuevos, transformados en un nuevo modo de existencia. [...] Sólo si hay hombres nuevos, habrá también un mundo nuevo, un mundo renovado y mejor.

- El Apóstol nos exhorta a un “no conformismo” [...]: no someterse al esquema de la época actual.

- Cómo convertirse en nuevos: Pablo alude a la propia conversión: a su encuentro con Cristo Resucitado [...]: “Si uno está en Cristo, es una nueva criatura; las cosas viejas pasaron; he aquí que han nacido de nuevo”. [...] Este proceso de renovación y de transformación continúa durante toda la vida. Nos convertimos en nuevos, si nos dejamos aferrar y plasmar por el Hombre nuevo Jesucristo. Él es el Hombre nuevo por excelencia.

- Nos convertimos en nuevos si transformamos nuestro modo de pensar. [...] Nuestra razón debe convertirse en nueva. [...] La renovación debe ser completa. [...] El pensamiento del hombre viejo, el modo de pensar común está dirigido en general hacia la posesión, el bienestar, la influencia, el éxito, y la fama. Pero de esta manera tiene un alcance muy limitado. Así, en último análisis, queda el propio “yo” en el centro del mundo. Debemos aprender a pensar de manera profunda. [...] Es necesario aprender a comprender la voluntad de Dios, de modo que plasme nuestra voluntad, para que nosotros queramos lo que Dios quiere, porque reconocemos que aquello que Dios quiere es lo bello y lo bueno.

- Con Cristo tenemos que alcanzar la edad adulta, una humanidad madura. [...] Pablo desea que los cristianos tengamos una fe “responsable”, una fe “adulta”. La palabra “fe adulta” en los últimos decenios se ha transformado en un eslogan difundido. A menudo se ve en el sentido de actitud de quien no escucha a la Iglesia y a sus pastores, sino que elige de forma autónoma lo que quiere creer y no creer –es decir, una fe “hecha por uno mismo”. Esto se interpreta como “valentía” de expresarse en contra de Magisterio de la Iglesia. En realidad para esto no es necesaria la valentía [...]. En cambio la valentía es necesaria para unirse a la fe de la Iglesia, incluso si esta contradice el “esquema” del mundo contemporáneo. Es este “no-conformismo” de la fe que Pablo llama una “fe adulta”.

- Forma parte de la fe adulta, por ejemplo, comprometerse con la inviolabilidad de la vida humana desde el primer momento de su concepción [...], reconocer el matrimonio entre un hombre y una mujer para toda la vida como ordenado por el Creador, reestablecido nuevamente por Cristo. La fe adulta no se deja transportar de un lado a otro por cualquier corriente. Se opone a los vientos de la moda. Sabe que estos vientos no son el soplo del Espíritu Santo.

-Pablo [...] nos lleva hacia el gran “sí”. Describe la fe madura, realmente adulta de forma positiva con la expresión: “actuar según la verdad en la caridad”. [...] Verdad y caridad son inseparables. En Dios, ambas son una sola cosa: es precisamente ésta la esencia de Dios. Por este motivo, para los cristianos verdad y caridad van unidas. La caridad es la prueba de la verdad. Siempre de nuevo tenemos que ser medidos según este criterio, que la verdad se transforme en caridad y nos haga ser verdaderos.

- Quien junto a Cristo sirve a la verdad en la caridad, contribuye al verdadero progreso del mundo. [...] Donde aumenta la presencia de Cristo, allí está le verdadero progreso del mundo. Allí el hombre se hace nuevo y así se transforma en nuevo mundo.

- El hombre interior tiene que reforzarse –es un imperativo muy apropiado para nuestro tiempo en el que los hombres a menudo permanecen interiormente vacíos y por lo tanto tienen que aferrarse a promesas y narcóticos [...]. Tiene que reforzarse la interioridad –la perspectiva del corazón; la capacidad de ver y comprender el mundo y el hombre desde dentro, con el corazón.

- Tenemos necesidad de una razón iluminada desde el corazón, para aprender a actuar según la verdad en la caridad. Pero esto no se realiza sin una íntima relación con Dios, sin la vida de oración [...], los Sacramentos, [...] la Palabra que Él nos ha donado.

- Sólo en la comunión con todos los santos, es decir en la gran comunidad de todos los creyentes -y no en contra o en ausencia de ella - podemos conocer la enormidad del misterio de Cristo. [...] Él no pertenece sólo a un determinado grupo. El Cristo crucificado abraza el entero universo en todas sus dimensiones. - El amor de Cristo ha abrazado en la Cruz la profundidad más baja - la noche de la muerte y la altura suprema - la elevación de Dios mismo. Y ha tomado entre sus brazos la amplitud y la enormidad de la humanidad y del mundo en todas sus distancias. Siempre Él abraza el universo, a todos nosotros. Oremos al Señor, para que nos ayude a reconocer algo de la enormidad de su amor. Oremos para que su amor y su verdad toquen nuestro corazón.

Fuente: Cope

El Padre Pío, el Arzobispo Lefebvre y el Cardenal Ratzinger



*Padre Pío y Arzobispo Lefebvre

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Una puntualización respecto a la foto del Padre Pío con Lefebvre: la foto fue tomada durante el brevísimo encuentro entre los dos que ocurrió después de la Pascua de 1967. Citamos las palabras del mismo Mons. Lefebvre en una carta del 8 de agosto de 1990: “el encuentro tuvo lugar después de la Pascua de 1967 y duró dos minutos. Estaba acompañado por el Padre Barbara, un hermano del Espíritu Santo, el hermano Felin. He encontrado al Padre Pío en un pasillo, mientras se dirigía hacia el confesionario acompañado por dos capuchinos. Le dije, en pocas palabras, el objetivo de mi visita: que él bendiga a la Congregación del Espíritu Santo que debía desarrollar un capítulo general extraordinario, como todas las sociedades religiosas, para un aggiornamento, encuentro que yo temía que condujera a problemas. Entonces Padre Pío exclamó: “¿Bendecir yo a un Arzobispo? No, no, es usted quien debería bendecirme a mí”. Y se inclinó para recibir la bendición. Yo lo bendije, él besó mi anillo y continuó su camino hacia el confesionario…. Esto ha sido todo el encuentro, ni más ni menos. Para inventar una historia como la que me han enviado, se requiere una fantasía satánica y mentirosa. ¡El autor es un hijo del padre de la mentira!”.


Lefebvre se refería a la historia en base a la cual Padre Pío habría amonestado al Arzobispo para que permaneciera en obediencia al Papa y a la Iglesia y para que no tomara iniciativas que rompieran la obediencia. Esta leyenda, nacida- evidentemente – en una fecha sucesiva a 1967, ha sido utilizada para representar, por un lado, al habitual Lefebvre rebelde y cismático y, por otro, a un Padre Pío “conciliar” y contrariado por el acto de indisciplina de Lefebvre.


El juicio sobre Lefebvre no se ve afectado o modificado por la presencia del Padre Pío. De hecho, el Santo Padre Juan Pablo II lo ha excomulgado por el poco respeto tributado a la obediencia y específicamente por la ilícita ordenación episcopal de cuatro obispos. Una actitud que no puede conciliarse con la silenciosa resistencia que ha caracterizado toda la atribulada existencia de San Pío.


En cambio, no del mismo modo se puede afirmar que San Pío estuvo en grado de testimoniar con su existencia y su esencia cristina una Iglesia cristiana renovada por el Concilio Vaticano II. Más aún, también los recientes intentos desenmascarados por nosotros, de recuperar un Padre Pío conciliar y devoto del Novus Ordo, forman parte de una suerte de “angustia anti-tradicional” que persiste en la Iglesia y que últimamente se manifiesta aún más rabiosa y preocupada a raíz del lento “renacimiento litúrgico” promovido por el Papa Benedicto. Todo nos parece ligado a un aspecto literalmente vivido por San Pío en la liturgia eucarística: la dimensión sacrificial de la Eucaristía. Este gran tabú de la liturgia postconciliar – aunque no es extraño al “espíritu del Concilio” – sigue siendo un tremendo escollo en el que tropiezan todos aquellos que buscan conciliar la “idea” comunitaria del Novus Ordo con la praxis litúrgica del gran Santo de Pietrelcina. En el ámbito de la hermenéutica de la continuidad y de la positiva discusión sobre el tema, me agrada citar lo afirmado por un gran hombre convertido en Papa: Joseph Ratzinger en su intervención del 2001 en el Congreso de Fontgombault. Este extracto de su ensayo explica claramente porque todavía es considerado “escandaloso” y “manipulable” el hecho de que el Padre Pío celebrase la Santa Misa según en Misal de 1962:


*

«Volviendo al Vaticano II, encontramos la siguiente descripción de estas relaciones: “La Liturgia, por cuyo medio se ejerce la obra de nuestra Redención, sobre todo en el divino sacrificio de la Eucaristía, contribuye en sumo grado a que los fieles expresen en su vida, y manifiesten a los demás, el misterio de Cristo y la naturaleza auténtica de la verdadera Iglesia” (Sacrosanctum Concilium, n.2). Todo esto se ha hecho extraño para el pensamiento moderno y también treinta años después del Concilio, incluso entre los liturgistas católicos, es objeto de interrogantes. ¿Quién habla, actualmente, del sacrificio divino de la Eucaristía? Ciertamente, las discusiones en torno a la noción de sacrificio han vuelto a estar sorprendentemente vivas, tanto de parte católica como de parte protestante. Se advierte que en una idea que ha ocupado siempre, bajo muchas formas, no sólo la historia de la Iglesia sino toda la historia de la humanidad, debe encontrarse la expresión de algo esencial que nos concierne también a nosotros.


Pero, al mismo tiempo, siguen todavía vivas en todas partes las viejas posiciones del iluminismo: acusación a priori de magia y de paganismo, sistemáticas oposiciones entre rito y ethos, concepción de un cristianismo que se libera del culto y entra en el mundo profano; teólogos católicos que no tienen ningún deseo, de hecho, de verse tildados de anti-modernidad.


Incluso si se tiene, de un modo u otro, el deseo de reencontrar el concepto de sacrificio, lo que finalmente queda es la perplejidad y la crítica. Recientemente Stephan Orth, en un vasto panorama de la bibliografía reciente consagrada al tema del sacrificio, ha creído reasumir toda su investigación con las siguientes constataciones: hoy, incluso muchos católicos, ratifican el veredicto y las conclusiones de Martín Lutero, para el cual hablar de sacrificio es el más grande y espantoso error, es una terrible impiedad. Por este motivo, queremos abstenernos de todo lo que huele a sacrificio, incluido todo el canon, y considerar solamente todo lo que es santo y puro. Luego Orth agrega: “después del Concilio Vaticano II, esta máxima fue seguida en la Iglesia Católica, por lo menos como tendencia, y condujo a pensar principalmente el culto divino a partir de la fiesta de la Pascua, citada en la narración de la Cena”. Haciendo referencia a una obra sobre el sacrificio editada por dos liturgistas católicos de vanguardia, afirma luego en términos un poco más moderados, que parece claro que la noción de sacrificio de la Misa, incluso más que la de sacrificio de la Cruz, es en el mejor de los casos una noción que se presta muy fácilmente a malentendidos.


No es necesario que diga que yo no formo parte de los “muchos católicos” que consideran con Lutero como el más espantoso error y una terrible impiedad el hecho de hablar de sacrificio de la Misa. Se comprende igualmente que el redactor haya renunciado a mencionar mi libro sobre el espíritu de la Liturgia que analiza detalladamente la noción de sacrificio. Su diagnóstico consterna. ¿Es también cierto? Yo no conozco a estos muchos católicos que consideran como una terrible impiedad el hecho de comprender la Eucaristía como un sacrificio. El segundo diagnóstico, más cauto, según el cual se considera la noción de sacrificio de la Misa como concepto altamente expuesto a malentendidos, puede ser verificado fácilmente. Pero, si se deja de lado la primera afirmación del redactor considerándola una exageración retórica, sigue habiendo un enorme problema que es necesario resolver. Una parte no desdeñable de liturgistas católicos parece haber llegado prácticamente a la conclusión de que es necesario dar sustancialmente la razón a Lutero en contra de Trento en el debate del siglo XVI; se puede constatar ampliamente la misma posición en las discusiones post-conciliares sobre el sacerdocio.


El gran historiador del Concilio de Trento, Hubert Jedin, indicaba este hecho en 1975, en el prefacio al último volumen de su Historia del Concilio de Trento: “el lector atento… no se encontrará, leyendo esto, menos consternado que el autor cuando se dé cuenta del numero de cosas, a decir verdad casi todas, que habiendo sido agitadas alguna vez por los hombres, son propuestas nuevamente hoy”. Sólo desde aquí, desde la descalificación práctica de Trento, se puede comprender la exasperación que acompaña la lucha contra la posibilidad de celebrar todavía, después de la reforma litúrgica, la Misa según el misal de 1962.»


Cardenal Joseph Ratzinger, Fonthombault, 22-24 de julio de 2001.

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Fuente: Fides et Forma

(texto de Francesco Colafemmina)


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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segunda-feira, 29 de junho de 2009

Salvé Sua Santidade , o Papa Bento XVI

Queremos na presente solenidade de S.Pedro e S.Paulo saudar a partir do nosso blog Missa Tridentina em Portugal sua Santidade, o Papa Bento XVI e dizer-lhe do nosso compromisso de total adesão ao seu ensinamento e de em tudo seguir as suas indicações no que concerne ao bem da Igreja. Queremos que Sua Santidade saiba que fazemos todo o possivel para dar a conhecer e tornar realidade o seu Motu Proprio Summorum Pontificum que liberaliza a Missa Tridentina pela qual temos acesso ao tesouro e à beleza da Liturgia Tradicional.

Comprometemo-nos a difundir sempre o seu Magistério e a rezar diáriamente pelas suas intenções. Pedimos a Sua Santidade que nos abençõe .

Il sacrificio rimosso in questione



Tornando al Vaticano II, vi troviamo la seguente descrizione di questi rapporti: "La liturgia, mediante la quale, soprattutto nel divino sacrificio dell’Eucaristia, si attua l’opera della nostra redenzione, contribuisce in sommo grado a che i fedeli esprimano nella loro vita e manifestino agli altri il mistero di Cristo e l’autentica natura della vera Chiesa" (ibid. n. 2).
Tutto ciò è diventato estraneo al pensiero moderno e nemmeno trent’anni dopo il concilio, persino tra i liturgisti cattolici, è oggetto di punti interrogativi. Oggi chi parla ancora del sacrificio divino dell’Eucaristia? Certo le discussioni intorno alla nozione di sacrificio sono tornate ad essere sorprendentemente vive, sia da parte cattolica che protestante. Si avverte che in un’idea che ha sempre occupato, sotto molte forme, non soltanto la storia della Chiesa, ma la storia intera dell’umanità, vi deve esserci l’espressione di qualche cosa di essenziale che riguarda anche noi.
Ma nello stesso tempo restano ancora vive ovunque le vecchie posizioni dell’illuminismo: accusa a priori di magia e di paganesimo, sistematiche opposizioni tra rito ed ethos, concezione di un cristianesimo che si libera dal culto ed entra nel mondo profano; teologi cattolici che non hanno per nulla voglia, per l’appunto, di vedersi tacciare di anti-modernità.
Anche se si ha in un modo o nell'altro il desiderio di ritrovare il concetto di sacrificio, ciò che alla fine resta è l’imbarazzo e la critica. Così recentemente Stephan Orth, in un vasto panorama della bibliografia recente consacrata al terna del sacrificio, ha creduto di riassumere tutta la sua inchiesta con le constatazioni seguenti: oggi, persino molti cattolici ratificano il verdetto e le conclusioni di Martin Lutero, per il quale parlare di sacrificio è il più grande e spaventoso errore, è una maledetta empietà.
Per questo motivo vogliamo astenerci da tutto ciò che sa di sacrificio, compreso tutto il canone e considerare solo tutto ciò che è santo e puro. Poi Orth aggiunge: " dopo il Concilio Vaticano II questa massima fu seguita anche nella Chiesa cattolica, per lo meno come tendenza, e condusse a pensare anzitutto il culto divino a partire dalla festa della Pasqua, citata nel racconto della Cena. Facendo riferimento ad un’opera sul sacrificio edita da due liturgisti cattolici di avanguardia, dice in seguito, in termini un po’ più moderati, che appare chiaramente che la nozione di sacrificio della Messa, più ancora di quella del sacrificio della Croce, è nel migliore dei casi una nozione che si presta molto facilmente a malintesi.
Non è necessario che dica che io non faccio parte dei "numerosi" cattolici che considerano con Lutero come il più spaventoso errore e una maledetta empietà il fatto di parlare di sacrificio della Messa". Si comprende parimenti che il redattore abbia rinunciato a menzionare il mio libro sullo Spirito della liturgia che analizza nel dettaglio la nozione di sacrificio.
La sua diagnosi risulta costernante. È anche vera? Io non conosco questi numerosi cattolici che considerano come una maledetta empietà il fatto di comprendere l’Eucaristia come un sacrificio. La seconda diagnosi, più cauta, secondo la quale si considera la nozione di sacrificio della Messa come concetto altamente esposto a malintesi, si presta invece a facile verifica. Ma, se si lascia da parte la prima affermazione del redattore, non trovandoci che una esagerazione retorica, resta un problema sconvolgente che occorre risolvere. Una parte non trascurabile di liturgisti cattolici sembra essere praticamente arrivata alla conclusione che occorre dare sostanzialmente ragione a Lutero contro Trento nel dibattito del XVI secolo; si può del pari ampiamente constatare la medesima posizione nelle discussioni post-conciliari sul sacerdozio.
Il grande storico del Concilio di Trento, Hubert Jedin, indicava questo fatto nel 1975, nella prefazione all’ultimo volume della sua Storia del Concilio di Trento: "il lettore attento... non sarà, leggendo ciò, meno costernato dell’autore, quando si renderà conto del numero di cose, a dire il vero quasi tutte, che, avendo una volta agitato gli uomini, sono di nuovo proposte oggi".
Solo a partire da qui, dalla squalifica pratica di Trento, si può comprendere l’esasperazione che accompagna la lotta contro la possibilità di celebrare ancora, dopo la riforma liturgica, la Messa secondo il messale del 1962.
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Joseph Cardinal RatzingerFontgombault, 22-24 juillet 2001
fonte:Fides et Forma
I media cattolici e gli stessi sacerdoti facciano conoscere maggiormente Cristo e confessino al posto di occuparsi di politica. Si favoriscano maggiormente i sacramenti e nessuno si erga a giudice


I media cattolici e gli stessi sacerdoti facciano conoscere maggiormente Cristo e  confessino  al posto di occuparsi di politica. Si favoriscano maggiormente i sacramenti  e nessuno si erga a giudice" I media cattolici, senza generalizzare, farebbero bene a diffondere il messaggio di Gesù Cristo. Dal canto loro ,i sacerdoti meglio farebbero a fortificare il sacramento della confessione invece che di occuparsi di politica o di tante altre cose": il noto teologo don Nicola Bux si sofferma sulla " sparata" di Famiglia Cristiana sul tema della ormai nota inchiesta barese. " Premetto che non conosco bene il contenuto di quello che ha scritto Famiglia Cristiana". Dopo una..ripassatina don Bux afferma: " forse sarebbe meglio ascoltare un teologo esperto di morale,comunque ci provo". Iniziamo ,allora: " sembra un poco di essere tornati ai tempi di Giovanni il Battista quando pubblicamente e con clamore si bacchettavano i vizi di Erode, poi è arrivato Cristo ed ha cambiato il metodo". In questo: " i seguaci di Cristo,a differenza di quelli del Battista,pronti a fustigare i costumi, sono maggiormente propensi alla misericordia ...

... e al perdono. Qual che importa a Cristo e dunque alla Chiesa, non è tanto mettere all'indice il peccatore,quanto la sua conversione e il recupero. E la conversione è solo figlia della misericordia e della pazienza". Poi aggiunge: " Cristo non è stato mai un moralizzatore ed anzi era contro ogni forma di moralismo dei costumi. Cristo è venuto sulla terra per convertire, non per condannare o lapidare i peccatori". Come si arriva però alla conversione?: " la conversione è figlia diretta della grazia di Dio. Senza la grazia di Dio da una parte e la libertà che Dio lascia all'uomo, non si arriva da nessuna parte. Bisogna saper comprendere e capire l'importanza del primato della grazia su tante preoccupazioni terrene".

Famiglia Cristiana ha tuonato contro le presunte disavventure di Berlsuconi: " la distinzione rigorosa tra pubblico e privato per i cristiani non ha senso, anzi sembra piuttosto protestante. Se bene leggiamo le Scritture, Cristo non ha mai speso una parola esplicita sulla immoralità dell'Impero romano. Ma la moralità è sempre figlia della fede. Senza fede ,non esiste etica, se la fede manca, di riflesso anche la morale è appannata". Poi si sofferma su un tema particolarmente caro ,ovvero l'importanza de sacramento della confessione: " già varie volte il Papa ha richiamato l'attenzione su questo sacramento. Bene ,se oggi ci si confessa poco, è anche colpa dei sacerdoti. Molti dimenticano che la prima missione del prete è amministrare i sacramenti, non occuparsi freneticamente di altre cose come la politica, la cultura e altro. Indubbiamente non sta male, ma la cosa diviene censurabile quando dette occupazioni fanno trascurare il dovere principale".

Poi dedica un pensiero a Famiglia Cristiana: " l'occasione mi serve per affermare che i mezzi di informazione cattolici facciano conoscere maggiormente e con la stessa forza il Vangelo e la Parola di Dio,aiutino la gente a convertirsi. Riscoprano la loro funzione di ammnistratori della confessione e non quella di declamatori dei pubblici peccati. Insomma ,si chiede al prete di non giudicare. I cattivi costumi, quando conclamati, si giudicano da soli. Fare del moralismo sterile non ha molto senso".

Bruno Volpe

fonte:pontifex.roma

Bento XVI:Não basta falar. Os Pastores devem tornar-se modelos do rebanho. Bento XVI na homilia da Missa da solenidade de S. Pedro e S. Paulo






Esta Segunda-feira, dia 29, Solenidade de São Pedro e São Paulo, Bento XVI presidiu na Basílica de São Pedro a celebração Eucarística durante a qual impôs o Pálio a 34 arcebispos metropolitas de todo o mundo. O metropolita preside a uma província eclesiástica constituída por diversas dioceses. A imposição do Pálio teve lugar no altar da confissão da Basílica de São Pedro.
Nesta Solenidade de São Pedro e São Paulo, o Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Bartolomeu I, enviou uma delegação para participar na cerimónia de encerramento do Ano Paulino que se realizou na Basílica de São Paulo fora de muros, na tarde deste domingo
A delegação também participou na cerimónia, desta manhã na Basílica de São Pedro.
-A figura do Bispo pastor e defensor das almas, que procura ver pessoas e realidades do ponto de vista de Deus, vivendo e testemunhando a Palavra e a fé , procurando aprofundar a razão da esperança: estas as linhas fundamentais da densa homilia de Bento XVI, na Missa desta manhã, partindo da I Carta de São Pedro – “texto riquíssimo, que provem do coração e toca o coração” – disse.

“O que é que nos diz são Pedro (nesta sua primeira Carta) sobre a tarefa do padre, precisamente neste Ano sacerdotal – interrogou-se o Papa. “Antes de mais – fez notar, ele compreende o ministério sacerdotal totalmente a partir de Cristo”. Chama a Cristo o “pastor e defensor… das almas”. A palavra traduzida por “defensor” – advertiu – no texto grego é “episcopos” (bispo), palavra que tem na sua raiz o verbo “ver”, ser vigilante, não no sentido externo, mas um ver do alto, das alturas de Deus, na perspectiva de Deus.

“Cristo é o bispo das almas, diz-nos Pedro. Isso significa : Ele vê na perspectiva de Deus. Olhando a partir de Deus, tem-se uma visão de conjunto, vêem-se os perigos, assim como também as esperanças e possibilidades. Na perspectiva de Deus, vê-se a essência, vê-se o homem interior”.

A palavra “bispo” aproxima-se muito da palavra “pastor” – sublinhou Bento XVI. São dois conceitos intercambiáveis.

“É tarefa do pastor apascentar e defender o rebanho e conduzi-lo às justas pastagens. Apascentar o rebanho quer dizer preocupar-se de que as ovelhas encontrem o alimento justo, seja saciada a sua fome e apagada a sua sede. Aparte a metáfora, isto significa: a palavra de Deus é o nutrimento de que o homem tem necessidade. É tarefa do recto Pastor tornar sempre de novo presente a palavra de Deus e dar assim nutrimento aos homens”.

Ele, o Pastor recto, deve também saber resistir aos inimigos, aos lobos. Deve caminhar à frente, indicar o caminho, manter a unidade do rebanho…

“Não basta falar. Os Pastores devem tornar-se modelos do rebalho. A palavra de Deus, quando é vivida, é trazida do passado para o presente. É maravilhoso ver como nos santos a palavra de Deus se torna uma palavra dirigida ao nosso tempo. Em figuras como Francisco e depois de novo no Padre Pio e muitos outros, Cristo torna-se verdadeiramente contemporâneo da sua geração, saiu do passado e entrou no presente. Ser pastor – modelo do rebanho – significa viver agora a palavra, na grande comunidade da santa Igreja”.

O Papa prosseguiu chamando a atenção para outra frase da I Carta de São Pedro, muito comentada na Idade Média e de certo modo redescoberta nos últimos tempos: “Adorai o Senhor, Cristo, nos vossos corações, sempre prontos a responder a quem quer que vos peça a razão da esperança que está em vós”.

“A fé cristã é esperança. Abre o caminho para o futuro. E é uma esperança que possui razoabilidade. É uma esperança cuja razão podemos e devemos expor. A fé provém da Razão eterna que entrou no nosso mundo e nos mostrou o verdadeiro Deus. Vai para além da capacidade própria da nossa razão, assim como o amor vê mais do que a simples inteligência”.

“Mas a fé fala à razão e no confronto dialéctico pode fazer face à razão. Sem a contradizer, vai passo a passo com ela, ao mesmo tempo que conduz para além dela – introduz na Razão maior (superior) de Deus”.

“Como Pastores do nosso tempo, temos a tarefa de compreender, nós próprios antes de mais, a razão da fé. A tarefa de não a deixar permanecer simplesmente como uma tradição , mas de a reconhecer como resposta às nossas perguntas. A fé exige a nossa participação racional, que se aprofunda e se purifica numa partilha de amor. Faz parte dos nossos deveres como Pastores penetrar a fé com o pensamento, para estarmos em condições de mostrar a razão da nossa esperança na disputa de nosso tempo”.

Contudo – advertiu Bento XVI – como falar apenas não basta, também não basta pensar. No segundo capítulo desta Carta, São Pedro alude ao Salmo usado na Igreja primitiva no contexto da comunhão – “Saboreai e vede como é bom o Senho”:

“Se no Sacramento encontramos o Senhor; se na oração falamos com Ele; se nas decisões do quotidiano aderimos a Cristo – então vemos cada vez mais quanto Ele é bom. Então experimentamos que é bom estar com Ele. É dessa certeza vivida que deriva depois a capacidade de comunicar aos outros a fé, de modo credível. O Cura d’Ars não era um grande pensador. Mas ele saboreava o Senhor. Vivia com Ele nas minúcias do dia a dia e não apenas nas grandes exigências do ministério pastoral. Deste modo se tornou alguém que vê”.

A concluir, Bento XVI comentou ainda uma expressão da Carta de São Pedro: “Purificai as vossas almas com a obediência à verdade”.

“É a obediência à verdade que torna pura a alma. É o conviver com a falsidade que a contamina. A obediência à verdade começa com as pequenas verdades do dia a dia, que muitas vezes podem ser árduas e dolorosas. Esta obediência estende-se depois à obediência sem reservas perante a própria Verdade que é Cristo. Esta obediência torna-nos não só puros, mas sobretudo também livres para o serviço a Cristo e assim para a salvação do mundo”.

domingo, 28 de junho de 2009

Bento XVI:Deve ser reforçada a interioridade - a percepção do coração; a capacidade de ver e compreender o mundo e o homem partindo de dentro ...



(28/6/2009) Esta tarde na Basílica de São Paulo fora de muros Bento XVI presidiu a celebração das Primeiras Vésperas da Solenidade de São Pedro e São Paulo para o encerramento do Ano Paulino. Presente na liturgia uma delegação do Patriarcado Ecuménico de Constantinopla.
No inicio da homilia o Santo Padre revelou que foi efectuado um reconhecimento, o primeiro na historia, do tumulo de Paulo que se encontra sob a Basílica do mesmo nome, aqui em Roma, e que foram encontrados fragmentos de ossos humanos que remontam ao primeiro – segundo século, além de grãos de incenso vermelhos e tecidos de linho. Isto – afirmou o Papa – parece confirmar a unânime e incontestada tradição que se trata dos restos mortais do apóstolo Paulo.
Bento XVI comentando uma passagem da Segunda Carta aos Coríntios,” ainda que em nós se destrua o homem exterior, o interior renova-se diariamente” ( 4, 16) salientou que o homem interior se deve reforçar. É um imperativo muito apropriado para o nosso tempo em que os homens muitas vezes permanecem interiormente vazios e portanto devem agarrar-se a promessas e narcóticos que depois têm como consequência um ulterior crescimento do sentido de vazio no seu intimo. O vazio interior – a fraqueza do homem interior – é um dos grandes problemas do nosso tempo – acrescentou o Santo Padre. Deve ser reforçada a interioridade - a percepção do coração; a capacidade de ver e compreender o mundo e o homem partindo de dentro, com o coração. Nós precisamos de uma razão iluminada pelo coração, para aprender a agir segundo a verdade na caridade. Isto, contudo - salientou – não se realiza sem uma relação intima com Deus, sem a vida de oração. Precisamos do encontro com Deus, que nos é dado nos Sacramentos. E não podemos falar a Deus na oração, se não deixamos que seja ele mesmo a falar primeiro, se não o escutamos na palavra que nos deu. A este propósito – recordou depois o Papa, Paulo diz-nos: “para que Cristo habite pela fé nos vossos corações, de sorte que, arraigados e fundados na caridade, possais compreender com todos os santos, qual seja a largura, o comprimento,, a altura e a profundidade do amor de Cristo e conhecer a sua caridade que excede toda a ciência”. (Ef 3, 17 ss).
O amor vê mais longe do que a simples razão, é aquilo que Paulo nos diz com estas palavras. E diz-nos uma vez mais que somente na comunhão com todos os santos, isto é na grande comunidade de todos os crentes – e não contra ou sem ela – podemos conhecer a vastidão do mistério de Cristo.

¡Más honestidad, por favor!

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koch

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¿Qué me impulsa?


¡Más honestidad, por favor!


En las últimas semanas muchos periodistas, y también algunos clérigos, han expresado sus opiniones sobre el Papa Benedicto. Opiniones que contienen muchas medias verdades, falsedades y calumnias. La peor acusación afirma que el Papa desea retornar a un pasado anterior al Concilio Vaticano II. Esta acusación es la peor porque implica que la persona misma que posee la autoridad de enseñar a la Iglesia universal estaría trabajando para minar la autoridad del Concilio. Tal veredicto estaría, sin embargo, completamente errado. De hecho, como joven teólogo, Benedicto XVI, contribuyó mucho dentro del concilio. Quienquiera que busque comprender hoy al Papa, no sólo a través de los medios, sino leyendo lo que él escribe, llegará a la conclusión de que ha orientado todo su magisterio según el Concilio. ¿Cómo debemos entender entonces la acusación?


Mucha gente ha firmado una petición de incondicional aceptación del Concilio. De entrada, la expresión “incondicional aceptación” me irrita porque no sé de nadie – incluido yo mismo – a quien se pueda aplicar esto. Unos pocos ejemplos, arbitrariamente elegidos, serán suficientes:


-El Concilio no abolió el Latín en la liturgia. Por el contrario, -enfatiza que en el Rito Romano, salvo casos excepcionales, el uso de la lengua latina debe ser mantenido. ¿Quién entre los ruidosos defensores del Concilio desea una “incondicional aceptación” de esto?


-El Concilio declara que la Iglesia considera el Canto Gregoriano como la “música propia del Rito Romano” y que, por lo tanto, a ésta debe “darse el primer puesto”. ¿En cuántas parroquias es implementado esto “sin condiciones”?


– El Concilio pidió expresamente que las autoridades gubernamentales cedieran voluntariamente aquellos derechos de participación en la selección de obispos que surgieron en el transcurso del tiempo. ¿Qué defensor del Concilio se ha dedicado “incondicionalmente” a esto?


– El Concilio describe la naturaleza fundamental de la liturgia como la celebración del misterio pascual y el sacrificio eucarístico como “la compleción de la obra de nuestra salvación” ¿Cómo puede conciliarse eso con mi experiencia, vivida en muchas parroquias diferentes, de que el sentido sacrificial de la Misa ha sido completamente eliminado del lenguaje litúrgico y la Misa es ahora entendida sólo como una comida o “fracción del pan”? ¿De qué manera puede uno justificar este cambio profundo basándose en el Concilio?


– A ningún oficio eclesiástico fue dada tanta importancia en el Concilio como al del obispo. Entonces, ¿cómo podemos entender la gran disminución de este oficio de la Iglesia en Suiza, justificada en referencia al Concilio? ¿Será, por ejemplo, cuando Hans Kung niega completamente la autoridad de enseñar de los obispos, permitiéndoles solamente el oficio de conducción pastoral?


No sería difícil alargar esta letanía. Aún así, ha de ser obvio por qué demando más honestidad en el presente debate sobre el Concilio. En vez de acusar a otros, incluso al Papa, de desear volver a un pasado anterior al Concilio, habría que aconsejar a todos estudiar sus libros y volver a examinar su posición sobre el Concilio. Porque no todo lo que fue dicho y hecho después del Concilio, fue llevado a cabo en concordancia con el mismo –y esto se aplica también a la diócesis de Basel. En todo caso, las últimas semanas me han mostrado que un problema primordial de la situación actual ha sido un muy pobre y, en parte, un muy unilateral entendimiento y aceptación del Concilio, incluso por parte de los católicos que lo defienden “incondicionalmente”. En este sentido todos nosotros –una vez más me incluyo- tenemos mucho por hacer. Por lo tanto, nuevamente repito mi pedido urgente: ¡Más honestidad, por favor!


+ Kurt Koch
Obispo de Basel


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Fuente: What Does The Prayer Really Say

Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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sábado, 27 de junho de 2009



Ao visitar o Seminário Maior Romano, em Fevereiro de 2007, Bento XVI respondeu a diversas perguntas dos seminaristas, esclarecendo suas dúvidas e estimulando-os a continuar sendo fiéis ao chamado do Senhor.
Santidade, em confidência de filhos confessamos-lhe a parcialidade da nossa resposta à chamada de Jesus. Como fazer para responder a uma vocação tão exigente como a de pastores do povo santo de Deus, sentindo constantemente a nossa fraqueza e incoerência?
É bom reconhecer a própria fraqueza, porque assim sabemos que precisamos da graça do Senhor. O Senhor conforta-nos. No colégio dos Apóstolos não havia só Judas, mas também os Apóstolos bons, e contudo Pedro caiu e muitas vezes o Senhor reprovava a lentidão, o fechamento do coração dos Apóstolos, a pouca fé que tinham. Portanto, isto mostra-nos que nenhum de nós é simplesmente digno deste grande sim, digno de celebrar "in persona Christi", de viver coerentemente neste contexto, de estar unido a Cristo na sua missão de sacerdote.O Senhor também nos concedeu, para nosso conforto, estas parábolas das redes com os peixes bons e maus, do campo onde cresce o grão mas também a erva daninha. Ele dá-nos a conhecer que veio precisamente para nos ajudar na nossa debilidade, que não veio, como Ele diz, para chamar os justos, os que já pretendem ser completamente justos, que não precisam da graça, os que rezam louvando- se a si mesmos, mas veio para chamar os que sabem que são imperfeitos, provocar os que sabem que precisam todos os dias do perdão do Senhor, da sua graça para ir em frente.Isto parece-me muito importante: reconhecer que precisamos de uma conversão permanente e que simplesmente nunca chegamos. Santo Agostinho, no momento da conversão, pensava que já tinha alcançado as alturas da vida com Deus, da beleza do sol que é a sua Palavra. Depois teve que compreender que também o caminho após a conversão permanece um caminho de conversão, um caminho no qual não faltam as grandes perspectivas, as alegrias, as luzes do Senhor, e também não faltam os vales obscuros, pelos quais devemos prosseguir com confiança apoiando-nos na bondade do Senhor.Por isso é importante também o sacramento da Reconciliação. Não é justo pensar que deveríamos viver dum modo que nunca se precisa de perdão. Aceitar a nossa fragilidade, mas permanecer a caminho, nunca se dar por vencido mas prosseguir e, mediante o sacramento da Reconciliação, converter-nos sempre de novo a um recomeçar e desta forma crescer, amadurecer para o Senhor, na nossa comunhão com Ele.Naturalmente, é importante também não se isolar, não pensar que se pode ir em frente sozinho. Temos muita necessidade da companhia de sacerdotes amigos, também de leigos amigos, que nos acompanham, nos ajudam. Para um sacerdote é muito importante, precisamente na paróquia, ver como o povo tem confiança nele e experimentar com a sua confiança também a sua generosidade em perdoar as suas debilidades. Os verdadeiros amigos desafiam-nos e ajudam-nos a ser fiéis neste caminho. Parece-me que esta atitude de paciência, de humildade nos possa ajudar a ser bons com os outros, a ter compreensão pelas debilidades dos outros, ajudá-los, também a eles, a perdoar como nós perdoamos.Penso que não sou indiscreto se digo que hoje recebi uma bonita carta do Cardeal Martini. Tinha-lhe expressado as felicitações pelo seu octagésimo aniversário. Somos coetâneos. Ao retribuir-me os votos, escreveu: agradeço sobretudo ao Senhor pelo dom da perseverança. Hoje, escreve ele também, o bem se faz bastante ad tempus, ad experimentum. O bem, segundo a sua essência, só se pode fazer de modo definitivo; mas para fazê-lo de modo definitivo, temos necessidade da graça da perseverança; rezo todos os dias, conclui ele, para que o Senhor me conceda esta graça. (...) O dom da perseverança dá-nos alegria, dá-nos a certeza de que somos amados pelo Senhor e que este amor nos ampara, nos ajuda e não nos deixa nas nossas debilidades.
Santidade, nos próximos meses, os meus companheiros e eu seremos ordenados padres. Passaremos da vida bem estruturada das regras do seminário, à situação muito mais complexa das nossas paróquias. Que conselhos nos pode dar para viver melhor o início do nosso ministério presbiteral?
Aqui no seminário há uma vida bem organizada. Diria, como primeiro ponto, que é importante também na vida de pastores da Igreja, na vida quotidiana do sacerdote, conservar na medida do possível uma certa ordem. Que nunca falte a Missa, um dia sem a Eucaristia é incompleto; e por isso já crescemos no Seminário com esta liturgia quotidiana. Parece- me muito importante que sintamos a necessidade de estar com o Senhor na Eucaristia, que não seja um dever profissional mas seja realmente um dever sentido interiormente, que nunca falte a Eucaristia. (...) Naturalmente devemos fazer tudo o que nos impõe a vida pastoral, a viada de um vice-pároco, de um pároco ou outras funções sacerdotais. Mas diria, nunca esqueçam destes pontos firmes, que são a Eucaristia e a Liturgia das Horas, de modo a manter uma certa ordem ao longo do dia para, como disse no início, não ter que inventar sempre de novo. "Serva ordinem et ordo servabit te", como aprendemos. É uma palavra verdadeira.Depois, é importante não perder a comunhão com os outros sacerdotes, com os companheiros de vida e não perder o contacto pessoal com a Palavra de Deus, a meditação. Como fazer? Eu tenho uma receita bastante simples: combinar a preparação da homilia dominical com a meditação pessoal, para fazer com que estas palavras não sejam dirigidas só aos outros, mas sejam realmente palavras ditas pelo Senhor a mim próprio, e amadurecidas num diálogo pessoal com o Senhor.Para que isto seja possível, o meu conselho é começar já na segundafeira, porque no sábado já é demasiado tarde, a preparação é apressada, e talvez falte a inspiração, porque temos em mente outras coisas. Por isso, diria, já na segunda-feira, ler simplesmente as leituras do próximo domingo que talvez pareçam muito inacessíveis. Um pouco como as pedras de Massa e Meriba, onde Moisés diz: "Mas como pode jorrar água destas pedras?".Deixamos ali essas leituras, deixamos que o coração as saboreie; no subconsciente as palavras trabalham e voltam um pouco todos os dias. Obviamente dever-se-ão também consultar livros, na medida do possível. E com este trabalho interior, dia após dia, vê-se como pouco a pouco amadurece uma resposta; esta palavra abre-se a pouco e pouco, torna-se palavra para mim. E dado que sou um contemporâneo, ela torna-se uma palavra também para os outros.
(Excertos do Encontro de Bento XVI com os seminaristas da Diocese de Roma, 17/2/2007)
(Revista Arautos do Evangelho, Maio/2007, n. 65, p. 6-7)

sexta-feira, 26 de junho de 2009

Hoja Festa de S.José Maria Escrivá




La Misa de San Pío V, la Misa de San Josemaría Escrivá
San Josemaría Escrivá, presbítero (9-I-1902, 26-VI-1975).«Padre Santo, por el Corazón Inmaculado de María, os ofrezco a Jesús, Vuestro Hijo muy amado, y me ofrezco a mí mismo en Él, por Él, y con Él, a todas sus intenciones, y en nombre de todas las criaturas». San Josemaría Escrivá.S. IOSEPHMARIÆ ESCRIVÁ DE BALAGUER, PRESBYTERIS. Iosephmariæ Escrivá, Presbyteri. Barbastri (in Hispania) natus anno 1902, sacerdotio initiatus est anno 1925. Die 2 octobris anni 1928 Opus Dei fundavit eoque novam in Ecclesia aperuit viam qua viri et mulieres cuiuslibet condicionis plene viverent vocationem christianam suas navitates in mundo sanctificantes: Opus Dei anno 1982 in Prælaturam personalem erectum est. Prædicatione atque scriptis plurimum contulit ad fideles laicos conscios reddendos peculiaris ipsorum missionis ecclesialis. Mortuus est Romæ die 26 iunii anni 1975.LA MISA DE SAN PÍO V EN LAS OBRAS DE SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ, PRESBÍTEROSan Josemaría Escrivá, «Es Cristo que pasa», Rialp, Madrid, 2002 (1ª, 1973).«Es Cristo que pasa» recoge 18 homilías pronunciadas por san Josemaría entre 1951 y 1971, en diversas fiestas distribuidas a lo largo del ciclo litúrgico. El hilo conductor es la filiación divina, que implica la llamada universal a la santidad, la santificación del trabajo ordinario, la contemplación en medio del mundo, la unidad de vida. La primera edición es de 1973. Hasta la fecha se han publicado unos 500.000 ejemplares en 14 idiomas.San Josemaría Escrivá, “La Eucaristía, misterio de fe y de amor”, 85-86, 88-91. Homilía pronunciada el 14-IV-1960, Jueves Santo, y publicada tres años después de la renovación litúrgica de 1970.En rojo, los extractos de esta homilía de San Josemaría Escrivá, publicada desde 1973, que hacen referencia a las partes o traducciones de la Santa Misa según la edición del Misal Romano promulgado por San Pío V y nuevamente por el beato Juan XXIII en 1962, “que no se ha abrogado nunca” (Benedicto XVI, Motu Proprio «Summorum Pontificum», art. 1):88 Permitid que os recuerde lo que en tantas ocasiones habéis observado: el desarrollo de las ceremonias litúrgicas [de la Santa Misa]. Siguiéndolas paso a paso, es muy posible que el Señor haga descubrir a cada uno de nosotros en qué debe mejorar, qué vicios ha de extirpar, cómo ha de ser nuestro trato fraterno con todos los hombres.El sacerdote se dirige hacia el altar de Dios, «del Dios que alegra nuestra juventud». La Santa Misa se inicia con un canto de alegría, porque Dios está aquí. Es la alegría que, junto con el reconocimiento y el amor, se manifiesta en el beso a la mesa del altar, símbolo de Cristo y recuerdo de los santos: un espacio pequeño, santificado porque en esta ara se confecciona el Sacramento de la infinita eficacia.El «Confiteor» nos pone por delante nuestra indignidad; no el recuerdo abstracto de la culpa, sino la presencia, tan concreta, de nuestros pecados y de nuestras faltas. Por eso repetimos: «Kyrie eleison, Christe eleison», Señor, ten piedad de nosotros; Cristo, ten piedad de nosotros. Si el perdón que necesitamos estuviera en relación con nuestros méritos, en este momento brotaría en el alma una tristeza amarga. Pero, por bondad divina, el perdón nos viene de la misericordia de Dios, al que ya ensalzamos —«Gloria!»—, «porque Tú solo eres santo, Tú solo Señor, Tú solo altísimo, Jesucristo, con el Espíritu Santo, en la gloria de Dios Padre».89 Oímos ahora la Palabra de la Escritura, la Epístola y el Evangelio, luces del Paráclito, que habla con voces humanas para que nuestra inteligencia sepa y contemple, para que la voluntad se robustezca y la acción se cumpla. Porque somos un solo pueblo que confiesa una sola fe, un «Credo»; un pueblo «congregado en la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo».A continuación, la ofrenda: el pan y el vino de los hombres. No es mucho, pero la oración acompaña: «recíbenos, Señor, al presentarnos a Ti con espíritu de humildad y con el corazón contrito; y el sacrificio que hoy te ofrecemos, oh Señor Dios, llegue de tal manera a tu presencia, que te sea grato».[85 Esta acción del Espíritu Santo queda expresada claramente cuando el sacerdote invoca la bendición divina sobre la ofrenda: «Ven, santificador omnipotente, eterno Dios, y bendice este sacrificio preparado a tu santo nombre», el holocausto que dará al Nombre santísimo de Dios la gloria que le es debida. La santificación, que imploramos, es atribuida al Paráclito, que el Padre y el Hijo nos envían].[89] Irrumpe de nuevo el recuerdo de nuestra miseria y el deseo de que todo lo que va al Señor esté limpio y purificado: «lavaré mis manos, amo el decoro de tu casa».Hace un instante, antes del «lavabo», hemos invocado al Espíritu Santo, pidiéndole que bendiga el Sacrificio ofrecido a su santo Nombre. Acabada la purificación, nos dirigimos a la Trinidad —«Suscipe, Sancta Trinitas»—, para que acoja lo que presentamos en memoria de la vida, de la Pasión, de la Resurrección y de la Ascensión de Cristo, en honor de María, siempre Virgen, en honor de todos los santos.[86 Inmediatamente después del «lavabo», el sacerdote invoca: «Recibe, Santa Trinidad, esta oblación que te ofrecemos en memoria de la Pasión, de la Resurrección y de la Ascensión de Jesucristo, Señor Nuestro»].[89] Que la oblación redunde en salvación de todos —«Orate, fratres», reza el sacerdote—, porque este sacrificio es mío y vuestro, de toda la Iglesia Santa. Orad, hermanos, aunque seáis pocos los que os encontráis reunidos; aunque sólo se halle materialmente presente nada más un cristiano, y aunque estuviese solo el celebrante: porque cualquier Misa es el holocausto universal, rescate de todas las tribus y lenguas y pueblos y naciones.Todos los cristianos, por la Comunión de los Santos, reciben las gracias de cada Misa, tanto si se celebra ante miles de personas o si ayuda al sacerdote como único asistente un niño, quizá distraído. En cualquier caso, la tierra y el cielo se unen para entonar con los Ángeles del Señor: «Sanctus, Sanctus, Sanctus...».Yo aplaudo y ensalzo con los Ángeles: no me es difícil, porque me sé rodeado de ellos, cuando celebro la Santa Misa. Están adorando a la Trinidad. Como sé también que, de algún modo, interviene la Santísima Virgen, por la intima unión que tiene con la Trinidad Beatísima y por que es Madre de Cristo, de su Carne y de su Sangre: Madre de Jesucristo, perfecto Dios y perfecto Hombre. Jesucristo concebido en las entrañas de María Santísima sin obra de varón, por la sola virtud del Espíritu Santo, lleva la misma Sangre de su Madre: y esa Sangre es la que se ofrece en sacrificio redentor, en el Calvario y en la Santa Misa.90 Así se entra en el «canon», con la confianza filial que llama a nuestro Padre Dios «clementísimo». Le pedimos por la Iglesia y por todos en la Iglesia: por el Papa, por nuestra familia, por nuestros amigos y compañeros. Y el católico, con corazón universal, ruega por todo el mundo, porque nada puede quedar excluido de su celo entusiasta. Para que la petición sea acogida, hacemos presente nuestro recuerdo y nuestra comunicación con la gloriosa siempre Virgen María y con un puñado de hombres, que siguieron los primeros a Cristo y murieron por Él.«Quam oblationem...» Se acerca el instante de la consagración. Ahora, en la Misa, es otra vez Cristo quien actúa, a través del sacerdote: «Éste es mi Cuerpo. Éste es el cáliz de mi Sangre». ¡Jesús está con nosotros! Con la Transustanciación, se reitera la infinita locura divina, dictada por el Amor. Cuando hoy se repita ese momento, que sepamos cada uno decir al Señor, sin ruido de palabras, que nada podrá separarnos de Él, que su disponibilidad —inerme— de quedarse en las apariencias ¡tan frágiles! del pan y del vino, nos ha convertido en esclavos voluntarios: «præsta meæ menti de te vivere, et te illi semper dulce sapere», haz que yo viva siempre de ti y que siempre saboree la dulzura de tu amor.Más peticiones: porque los hombres estamos casi siempre inclinados a pedir: por nuestros hermanos difuntos, por nosotros mismos. Aquí caben también todas nuestras infidelidades, nuestras miserias. La carga es mucha, pero Él quiere llevarla por nosotros y con nosotros. Termina el «canon» con otra invocación a la Trinidad Santísima: «per Ipsum, et cum Ipso, et in Ipso...», por Cristo, con Cristo y en Cristo, Amor nuestro, a Ti, Padre Todopoderoso, en unidad del Espíritu Santo, te sea dado todo honor y gloria por los siglos de los siglos.91 Jesús es el Camino, el Mediador; en Él, todo; fuera de Él, nada. En Cristo, enseñados por Él, nos atrevemos a llamar «Padre Nuestro» al Todopoderoso: el que hizo el cielo y la tierra es ese Padre entrañable que espera que volvamos a el continuamente, cada uno como un nuevo y constante hijo pródigo.[85 Reconocemos también esa presencia activa del Espíritu Santo en el sacrificio cuando decimos, poco antes de la comunión: «Señor, Jesucristo, Hijo de Dios vivo, que por voluntad del Padre, cooperando el Espíritu Santo, vivificaste el mundo con tu muerte...»].[91] «Ecce Agnus Dei... Domine, non sum dignus...» Vamos a recibir al Señor. Para acoger en la tierra a personas constituidas en dignidad hay luces, música, trajes de gala. Para albergar a Cristo en nuestra alma, ¿cómo debemos prepararnos? ¿Hemos pensado alguna vez en cómo nos conduciríamos, si sólo se pudiera comulgar una vez en la vida?Cuando yo era niño, no estaba aún extendida la práctica de la comunión frecuente. Recuerdo cómo se disponían para comulgar: había esmero en arreglar bien el alma y el cuerpo. El mejor traje, la cabeza bien peinada, limpio también físicamente el cuerpo, y quizá hasta con un poco de perfume... eran delicadezas propias de enamorados, de almas finas y recias, que saben pagar con amor el Amor.[86 Y, al final de la Misa, hay otra oración de encendido acatamiento al Dios Uno y Trino: «Placeat tibi, Sancta Trinitas, obsequium servitutis meæ...» «que te sea agradable, oh Trinidad Santísima, el tributo de mi servidumbre; dispón que el sacrificio que yo, aunque indigno, he ofrecido a la Majestad tuya, merezca aceptación; y te pido que, por tu misericordia, sea éste un sacrificio de perdón para mí y para todos por los que lo he ofrecido»].[91] Con Cristo en el alma, termina la Santa Misa: la bendición del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo nos acompaña durante toda la jornada, en nuestra tarea sencilla y normal de santificar todas las nobles actividades humanas.Cesare Cavalleri, Álvaro del Portillo, «Entrevista sobre el Fundador del Opus Dei», Rialp, Madrid (9 ª ed.).Mons. Álvaro del Portillo, el más cercano colaborador de san Josemaría Escrivá, habla sobre su extraordinaria personalidad basándose en datos inéditos, vivos recuerdos y anécdotas íntimas.Capítulo IX: El pan y la palabraCesare Cavalleri.– ¿Cómo acogió el Padre [Josemaría Escrivá] la reforma litúrgica dispuesta por el Concilio?S.E. Mons. Álvaro del Portillo y Diez de Sollano, Obispo tit. de Vita, Prelado de la Prelatura Personal de la Santa Cruz y Opus Dei.– Como siempre, aplicó con obediencia y fortaleza todas las disposiciones sobre esta materia. Gracias a la solicitud de su Fundador, el Opus Dei ha sido, también en lo que se refiere a la praxis litúrgica, ejemplo de fidelidad.Nuestro Padre encargó a algunos sacerdotes de la Obra la tarea de examinar las diversas posibilidades previstas por la reforma, y determinar y explicar cómo se aplicaban. Orientó personalmente este trabajo y aprobó sus resultados. De esta forma, todos los sacerdotes de la Obra comenzaron a aprender las nuevas rúbricas, siguiendo el deseo del Santo Padre de que “la constitución conciliar sobre la Sagrada Liturgia sea puesta en práctica en su plenitud y con todo cuidado” (Carta enviada en nombre del Papa a todos los obispos y otros superiores eclesiásticos, junto con el libro Iubilate Deo, el 14 de abril de 1974).Fue el primero en obedecer a las nuevas disposiciones litúrgicas y se esforzó en aprender el nuevo rito de la Misa. Desde hacía muchos años le ayudaba habitualmente en la celebración otro sacerdote: a partir de los años cincuenta solíamos hacerlo don Javier Echevarría o yo. Cuando se introdujeron los cambios litúrgicos, nos rogó que no dejáramos de hacerle todas las observaciones que nos pareciesen oportunas para ayudarle a aprender bien el nuevo rito. A pesar de su buena voluntad, nos dábamos cuenta de que le suponía un notable esfuerzo, porque debía cambiar hábitos de devoción litúrgica adquiridos durante muchos años de lucha perseverante llena de amor de Dios.Yo me planteaba cómo ahorrar al Padre esas dificultades, y en su presencia aludí a que a otros sacerdotes más jóvenes se les había concedido permiso para seguir el rito de San Pío V y celebrar la Misa como habían hecho hasta entonces. El Padre me interrumpió inmediatamente: afirmó que no quería ningún privilegio, y me prohibió hacer esa propuesta. Sabía que yo trataba a las personas que estaban elaborando las nuevas disposiciones litúrgicas.Algún tiempo después me encontré con Mons. Annibale Bugnini, que era el máximo responsable en este campo, y un buen amigo mío, tanto que nos tuteábamos. Hablamos de las dificultades que experimentaban algunos sacerdotes ancianos para adaptarse al nuevo rito, después de haber celebrado la Santa Misa con el antiguo durante tantos años. Era una situación conocida. De pasada, aludí al caso de nuestro Fundador, que obedecía de modo ejemplar y con profunda alegría.Bugnini me dijo que el Fundador del Opus Dei no tenía por qué hacer un esfuerzo semejante, ya que muchos otros sacerdotes tenían permiso para celebrar con el rito anterior, y él mismo había accedido a peticiones similares de parte de personas que estaban en esas circunstancias. Aunque yo le había dicho ya que nuestro Fundador no quería otro privilegio que el de obedecer siempre a la Santa Sede, y que incluso me había prohibido pedir nada, él se empeñó en concederme el permiso para nuestro Fundador, y me insistió en que le refiriese cómo se había desarrollado nuestra conversación.Salvador Bernal, Javier Echevarría, «Memoria del Beato Josemaría Escrivá», Rialp, Madrid (5 ª ed.).Mons. Javier Echevarría convivió con Josemaría Escrivá desde 1950 hasta 1975. Este libro narra –en forma de entrevista– infinidad de vivencias y recuerdos personales de don Javier Echevarría. Aporta datos inéditos, reveladores del perfil espiritual de Josemaría Escrivá: alma contemplativa, heroísmo en las virtudes, santidad de vida, reconocida por la Iglesia con su beatificación el 17 de mayo de 1992.Capítulo tercero. Le di a la caza alcance. 6. Todo el día una MisaSalvador Bernal.– Algunos lectores habrán advertido que buena parte de los comentarios precedentes evocan las rúbricas litúrgicas según el rito de San Pío V, vigente hasta las reformas derivadas del Concilio Vaticano II. ¿Qué sucedió cuando entraron en vigor esos cambios?S.E. Mons. Javier Echevarría Rodríguez, Obispo tit. de Cilibia, Prelado de la Prelatura Personal de la Santa Cruz y Opus Dei.– Mons. Escrivá de Balaguer aceptó con serenidad y obediencia la reforma, aunque los cambios le exigieron mucho trabajo: no por oposición o crítica a las innovaciones; sino porque la liturgia estaba muy integrada en su piedad, y había obtenido luces para su vida espiritual y su ministerio sacerdotal hasta de gestos que pueden parecer insignificantes en las rúbricas.Notaba yo el esfuerzo que le suponía el cambio, teniendo en cuenta que llevaba cuarenta años siguiendo el rito anterior. Pero no aceptó excepción alguna, y me rogaba diariamente que no dejase de advertirle lo que hiciera menos bien en las nuevas rúbricas, dispuesto a manifestar su amor a la liturgia, a través del rito renovado.Sin que hubiese por su parte el menor síntoma de rebeldía, nos comentaba a un grupo de sacerdotes en 1968: obedezco rendidamente en todo lo que han dispuesto para la celebración de la Santa Misa, pero echo de menos tantas rúbricas de piedad y de amor que han quitado: por ejemplo, ya no doy el beso a la patena, en el que ponía tanto amor –toda mi alma– para que Él se lo encontrara. Pero hemos de saber obedecer, viendo la mano de Dios, y tratando al Señor con delicadeza, sin robarle nada de tiempo.Fue una temporada larga de esfuerzo. Si volvíamos a plantearle la posibilidad de pedir el privilegio, previsto para sacerdotes de cierta edad, se oponía: por espíritu de obediencia a las normas eclesiásticas, prohibió que se diera un solo paso en ese sentido. Sucedió una vez que, estando don Álvaro del Portillo con Mons. Bugnini, hablaron de la nueva liturgia. Comentó don Álvaro el trabajo que suponía el cambio para el Fundador del Opus Dei. Mons. Bugnini preguntó: «¿por qué no usa del privilegio?». Le aclaró don Álvaro que el Fundador de la Obra nos había enseñado siempre con su propia vida, también ahora, a obedecer rendidamente; «además –añadió–, me ha prohibido estrictamente que te pida nada». Mons. Bugnini suplicó que le dijera que tenía concedido el privilegio de celebrar la Santa Misa con el rito anterior. Insistió don Álvaro en que no le pedía nada, y Mons. Bugnini reiteró: «di a Mons. Escrivá que tú no me has pedido nada, porque ésa es la verdad; y añádele que te he comunicado que celebre como antes, porque tiene esa facultad».Don Álvaro le comunicó ese diálogo, y Mons. Escrivá de Balaguer agradeció la posibilidad que se le concedía. Pero, desde entonces, cuando la utilizaba, no quiso que asistiese a su Misa más que la persona que le ayudaba.