sábado, 12 de setembro de 2009

Historia del Movimiento Litúrgico IV: Pío XII y la encíclica “Mediator Dei”


por Dom Gregori María

Ya hemos visto, apreciados lectores, las turbias maniobras del episcopado alemán para hacer prevalecer sus tesis. Maniobras denunciadas en su carta pastoral por el Obispo de Friburgo de Brisgovia Mons. Groëber. Pio XII quedó impresionado por esa pastoral e iba a responder a esas inquietudes con dos encíclicas dirigidas a la Iglesia Universal: la Mystici Corporis del 43 y la Mediator Dei del 47 fueron dos enérgicas iniciativas del genio excepcional y de las grandes cualidades del Pastor Angélico. La Mediator Dei es una de las encíclicas más largas que jamás haya salido de la Cancillería Pontificia. Con un discernimiento y una habilidad extraordinarios, el Papa va a retener todo lo que hay de bueno en el Movimiento Litúrgico y a condenar enérgicamente sus desviaciones.

Esta encíclica es admirable, y recomiendo a todos leerla y meditarla. Es una verdadera “Suma Litúrgica”. Un autentico tratado sobre la Divina Liturgia. Tanto es así que son muchos los sacerdotes de una cierta generación, que como yo mismo, en el Seminario la aprendían de memoria siendo el paradigma de todo lo que debíamos aprender, asumir y vivir como sacerdotes con respecto a la Liturgia.

Sólo una pena, y es que esa carta tan hermosa no haya sido acompañada de medidas concretas incluso sanciones. Creyó habérselas con intelectuales un poco extraviados, cuando se trataba, al menos para algunos, de verdaderos dirigentes revolucionarios. ¿Y podía ser de otro modo cuando esos dirigentes eran presentados, sostenidos y animados por influyentes prelados?. El Papa era mal informado y sería traicionado: no se retendría de la encíclica sino los estímulos por la renovación litúrgica y se callaron las numerosas puestas en guardia del documento. Meses más tarde, el 18 de mayo del 48, se creaba una “Comisión Pontificia para la Reforma de la Liturgia” , legítima pero muy inoportunamente. Emprender una reforma de la liturgia en un periodo que era atacada por todas partes por sus peores enemigos era concurrir a la ruina de la liturgia desquiciando su estabilidad ya bien comprometida. Al Papa le faltaba la perspectiva de la Historia para darse cuenta de esa situación, esa perspectiva era casi imposible. ¿Quien podía darse cuenta que debajo de una purpura cardenalicia o de un hábito blanco y negro había un discípulo de Loisy ?. Dom Beuaduin había dado en 1945 la consigna en sus “Normas prácticas para la Reforma Litúrgica” (La Maison-Dieu, ed. du Cerf enero del 45): hacer presentar nuestras demandas por los obispos y los sacrificados miembros de la ACCIÓN CATÓLICA. Se multiplicaron las súplicas a Roma para obtener reformas litúrgicas y suavización de la disciplina sacramental: ayuno, misas vespertinas, reforma de la Semana Santa, introducción de la lengua vernácula para los sacramentos. Las necesidades pastorales eran a menudo reales y Pio XII se creyó con el deber de aceptar esas demandas. Las emprendió con pureza de intención, sin darse cuenta porque no podía ver quien estaba detrás: las desiderata presentadas por el cardenal Bertram eran elaboradas por Beauduin: ese era el complot. Para el Papa se trataban de concesiones legítimas a las exigencias de la salud y de la vida moderna, mientras que para los “neoliturgos” eran las primeras etapas del “cambio”.

Vamos a encontrar exactamente esos mismos elementos en la Reforma de la Semana Santa. A partir de 1946 y 1947 el C.P.L. francés multiplicaron sus actividades y publicaciones con el fin de HACER PARTICIPAR a los fieles en las ceremonias de la Semana Santa, Ceremonias INTERMINABLES, A HORAS INDEBIDAS, ante una ASAMBLEA IRRISORIA DE FIELES. Una vez más un motivo pastoral fue el que hizo actuar a Pio XII: que los fieles puedan asistir en gran número a las más grandes ceremonias de la liturgia. En el 51 se autorizó el cambio de horarios del Sábado Santo, en el 53 se confió a la Comisión el encargo de restaurar los Oficios de Semana Santa, concluidos en el 55. Pero no se restauraron sólo los horarios con el fin de facilitar la frecuentación de los fieles: SE HICIERON PASAR EN LOS RITOS LOS DESCUBRIMIENTOS ARQUEOLÓGICOS y sus concepciones de la Liturgia. Los “expertos” utilizaron esta reforma como un “banco de pruebas”: comprobando el éxito lo extenderán a toda la liturgia. Así, esas modificaciones de los Ritos fueron extendidas a toda la liturgia en la Reforma promulgada por Juan XXIII en 1960. Son reformas de una perfecta ortodoxia pero que constituyen la primera etapa de una revolución: la autodemolición de la Liturgia Romana.

La muerte de Pio XII fue recibida con alegría delirante por los descarriados del Movimiento: la ortodoxia implacable que el Papa había mantenido en las Reformas no era de su gusto. Hacía falta un Papa que comprendiera el problema del ecumenismo.

Beauduin y Roncalli eran amigos desde 1924 y en 1944 es enviado como nuncio a Paris donde permanecerá hasta el 53, en esa época se reencontraron y no dejaron de tratarse. Beauduin conocía muy bien a Roncalli, sabía desde su ascenso al solio pontificio que él consagraría sus esfuerzos al ecumenismo y que convocaría un concilio que hiciera la síntesis del MOVIMIENTO ECUMÉNICO con el MOVIMIENTO LITÚRGICO.

Pero la hora del Concilio aún no había llegado, Juan XXIII quería terminar la obra de su predecesor y extender sus conclusiones a toda la liturgia, por eso esa Reforma del 60-61 es en realidad la conclusión de las Reformas de Pio XII. Pese a algunas dolorosas desapariciones y alguna que otra torpeza, la liturgia católica permanece en ella sustancialmente sin cambios. El GRAN ERROR DE JUAN XXIII será el de confiar al CONCILIO la reestructuración de los PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DE LA LITURGIA. A partir de ese momento, las reformas estarán animadas por una CONCEPCIÓN NUEVA DE LA LITURGIA. Concepción contenida y dominada por la vigilante ortodoxia de Pio XII.

Todas esas reformas preconciliares nos parecen hoy bien superadas y olvidadas, en comparación con las que vinieron con el Concilio y el Post- Concilio, pero no habría que olvidar que esas primeras reformas causaron ya una considerable perturbación de los fieles. ¿La excusa?: EL REJUVENECIMIENTO DE LAS IGLESIAS. ¿El programa?: HACERNOS VOLVER A UNA IGLESIA PRIMITIVA (concebida de manera falsa y muy protestantizada), NEGANDO QUINCE SIGLOS DE VIDA DE LA IGLESIA. En 1960 el Movimiento Litúrgico descarriado ha ganado ya muchas batallas, pero no ha ganado todavía la guerra. Juan XXIII ha anunciado que la reunión del Concilio Ecuménico tratará, entre otros, los principios de la Reforma Litúrgica.

Ese Concilio, según la expresión del cardenal SUENENS, que no mía, será “EL 1789 EN LA IGLESIA”

Fuente: El fiador: Historia de un colapso – http://www.germinansgerminabit.org/