segunda-feira, 26 de abril de 2010

ENTREVISTA A MONSEÑOR NICOLA BUX: DIOS TIENE DERECHO A SER ADORADO COMO ÉL LO HA ESTABLECIDO (1ª PARTE)



*Monseñor Nicola Bux es Consultor de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe y Consultor de la Oficina de las celebraciones Litúrgicas del Santo Padre.



* Monseñor, usted es profesor de teología sacramental y también señalado como uno de los expertos en liturgia más cercanos al Papa, ¿en qué sentido no se puede hablar de liturgia sin doctrina?

Notoriamente la liturgia pertenece al dogma de la Iglesia. Todo el mundo sabe que de la fe de la Iglesia se llega a la liturgia, y que la oración se remonta al dogma. Todo el mundo conoce el adagio lex orandi lex credendi. Es por el modo de rezar que se conoce aquello que creemos, pero es también del modo de creer que se deriva el modo de orar. Esto ha sido retomado y sabiamente desarrollado en la Encíclica Mediator Dei del venerable Siervo de Dios Pío XII

* Ahora, incluso los defensores más tenaces de una “revolución permanente” en la liturgia parecen ceder ante las racionales argumentaciones del Papa, de las cuales se hace eco clarísimamente en su libro. ¿Estamos ante una nueva (o si prefiere antigua) visión de la liturgia?

La liturgia es por su naturaleza de institución divina. Se centra sobre las partes inmutables queridas por su Divino Fundador. Precisamente en razón de este su fundamento, se puede afirmar que la liturgia es de “derecho divino”. No por azar los orientales utilizan el término “Divina Liturgia”, porque es obra de Dios, “opus Dei” dice San Benito. La liturgia no es una cosa humana. En el documento conciliar sobre la liturgia, nº 22&3, se dice claramente que ninguno, aunque sea sacerdote, pude añadir, eliminar ni cambiar nada. ¿La razón? La liturgia pertenece al Señor.
Durante la Cuaresma hemos leído los pasajes del Deuteronomio en los cuales Dios mismo establece incluso el mobiliario para el culto. En el Nuevo Testamento es Jesús mismo quien dice a los discípulos donde preparar la cena. Dios tiene derecho a ser adorado como Él quiere y no como nosotros queremos. De lo contrario caemos en un culto “idolátrico”, en el sentido propio del término griego, esto es un culto hecho a nuestra imagen.
Cuando la liturgia refleja los gustos y las tendencias creativas del sacerdote o de un grupo de laicos se convierte en “idolátrica”. El culto católico es en espíritu y verdad porque se dirige al Padre, en el Espíritu Santo, mas debe pasar por Jesucristo, debe pasar por la Verdad. Por tanto, debemos redescubrir que Dios tiene el derecho de ser adorado como Él lo ha establecido.

Las formas rituales no son algo para “interpretar”, pues son resultado de la fe pensada y venida a ser en cierto sentido cultura de la Iglesia.
La Iglesia siempre se ha preocupado de que los ritos no fuesen producto de los gustos subjetivos, sino expresión de la Iglesia entera, esto es “católica”. La liturgia es católica, universal. Así que incluso con ocasión de una celebración particular, o en un lugar particular, no se puede pensar de celebrar en contraste con la “fisonomía” católica de la liturgia.

* Lamentablemente estamos ante una actitud del clero, que si bien no negando abiertamente la eficacia de los sacramentos descuida demasiado el aspecto así llamado del “ex opere operato” del sacramento, que al hacerlo así se reduce casi a “símbolo”. ¿Está la causa, tal vez, en la pérdida de la “ritualidad” tradicional?
La causa es sobre todo el olvido de que el culto se dirige a Dios presente, a Dios operante, y no a un Dios imaginario, esto es a Jesús el Señor. El nº 7 de Sacrosanctum Concilium explica los modos de esta presencia. Este artículo está tomado casi al completo de la Mediator Dei. En él se explica claramente que la liturgia tiene su razón de ser porque Dios está presente, si no se convierte en autorreferencial, se torna vacía.
El olvido, la subestimación de la presencia del Señor, máxime en la Eucaristía, donde está presente verdadera, real y sustancialmente, es causa del desvío del cual usted me habla. Con este abandono se llega a definir la liturgia como un conjunto de símbolos, signos, como hoy oímos decir; en este contexto el “signo” se entiende sólo como “referencia a otro”, no existe la idea de que el signo es todo uno con aquello que significa. Aquí se entra en el sacramento. Cuando este aspecto se pierde los sacramentos son reducidos a puros símbolos, no se habla más de “eficacia”, de los efectos que producen, ya no es el Señor quien “hace”, quien “opera”, por medio de los sacramentos. Este es el significado de la expresión clásica “ex opere operato”, un poco extraña, pero que significa la operatividad del sacramento a partir de Aquél que lo opera.
Pondré el ejemplo de un medicamento: aparentemente vemos una tableta o un líquido, pero no son sólo el símbolo de la curación que quieren hacer, porque si los tomamos nos cuidan y curan, es decir se ven los efectos.
El autor de este efecto es el Señor presente y operante en el rito sacramental. S. León Magno, citado en el Catecismo de la Iglesia Católica, dice que después de la Ascensión todo aquello que del Señor era visible sobre la tierra ha pasado a los sacramentos.
De modo que hoy para nosotros el Señor sigue estando presente y visible. En este sentido hay que comprender a Santo Tomás cuando se expresa hablando de “materia” del sacramento. Si no volvemos a este tipo de expresión realista no comprenderemos los sacramentos.
La presencia divina no es sólo algo de intuir simbólicamente, sino que es algo que afecta al hombre por medio del sacramento, es algo que actúa. Yo mismo puedo certificar y conmigo muchos sacerdotes, de la curación de enfermos después de la unción, sino también de la curación del alma después de la confesión, o gracias a la frecuencia de la Eucaristía. Los sacramentos tienen efectos, tienen consecuencias en razón de la causa. Son las consecuencias de la presencia divina, que es lo que opera en la Divina Liturgia. Ha dicho el Papa a los párrocos de Roma que el Sacramento es introducir nuestro ser en el ser de Cristo, en el ser divino.

Entrevista a Monseñor Nicola Bux en Disputationes Theologicae sobre la reforma de la reforma. El entrevistador es Don Stefano Carusi del IBP.
* Traducción: Blog Santa María Reina