segunda-feira, 26 de dezembro de 2011

CELEBRACIONES DEL DÍA 24 DE DICIEMBRE. HERMANOS DE LA FRATERNIDAD DE CRISTO SACERDOTE Y SANTA MARÍA REINA (TOLEDO)

MISA DE LA VIGILIA DE LA NATIVIDAD DEL SEÑOR




OFICIO DE LA HORA PRIMA Y CANTO DE LA CALENDA










MISA DE MEDIA NOCHE






Reproducimos la homilía pronunciada en la Misa de Media Noche:

Amadísimos Hermanos:
Al contemplar emocionados el Misterio que con su brillo iluminó la Noche Santa de Belén se presenta ante nosotros el misterio de obediencia del Hijo Unigénito de Dios, que a través de su Encarnación viene a reparar la desobediencia del género humano y a librarnos de las funestas consecuencias que dicha desobediencia ha acarreado a la humanidad pecadora: un cortejo funesto conformado por toda clase de sufrimientos, violencias, odios y maldades que oprimen a la pobre humanidad.
La obediencia del Hijo al Padre eterno y misericordioso es una obediencia libre que tiene su raíz en el amor infinito. En Belén el misterio de obediencia tiene rostro de niño, rostro dulce y angelical. En la humilde cueva de Belén el misterio de obediencia desprende el perfume suave y fresco del amor auténtico, el aroma incontaminado de la entrega confiada y de la libre sumisión a Aquél que es todo amor, fuente del amor y de la felicidad sin sombra alguna.
Es suficiente contemplar el rostro del Divino Niño para descubrir hasta que punto el tentador, cuya estrategia es en todo momento la de “disfrazarse de ángel de luz”, y cuya identidad es la de ser “padre de la mentira”, embaucó al género humano con la perfidia del engaño, haciéndonos creer que era mejor la rebelión que la obediencia al Padre de las misericordias, pretendiendo convencernos de que nos era más ventajosa la insolente desconfianza hacia el Creador que el abandono filial en su voluntad siempre santa y enriquecedora para sus criaturas.
Es el Hijo humanado que viene a reparar con su obediencia nuestra rebelión irracional. Viene a reparar con su amor la frialdad de nuestro rechazo a Dios. Viene a rescatarnos del hoyo profundo de la desesperanza y de la oscuridad para trasladarnos a la luz de su reino de vida, de gracia y de felicidad.
¿Cómo podríamos aún resistirnos ante el signo de amor que nos es dado? … Se nos impone manejar con prudencia y con toda responsabilidad la espada de doble filo de nuestra libertad. Podemos acudir con la sencillez de los pastores de Belén a postrarnos ante el Misterio o podemos automarginarnos quedándonos atrapados en nuestros fríos palacios, al fin y al cabo siempre vulnerables, entretenidos en oscuros intereses, en débiles raciocinios humanos y cálculos mezquinos, mientras la luz y la vida pasan a nuestro lado sin que nosotros sepamos o queramos verlas ni reconocerlas. He aquí el terrible misterio de iniquidad siempre presente y operante: “Los hombres prefirieron las tinieblas a la luz”. “He venido a traer vida y vosotros no queréis venir a Mi para tener vida”. ¿Cómo es posible?...
Para poder entrar en relación amorosa con el Niño recostado en el pesebre- signo que nos es dado para nuestra salvación- hay que hacerse niño, despojándose antes del hombre viejo que nos recubre.
Para entrar a formar parte de los suyos hay que nacer de nuevo, proceso doloroso cuando tan acostumbrados estamos a prejuicios resabiados de vanidad mundana.
Para poder gozar de la amistad del Niño hay que tener corazón de niño, lo que sólo es posible mediante el milagro de la gracia, único medio que nos puede devolver la inocencia perdida por nuestras rebeliones y pecados.
Comprenderemos, entonces, como en Belén hoy se inaugura un reino nuevo, una humanidad nueva, una vida nueva. En la pobre cueva de Belén se inicia un dinamismo que hará nuevas todas las cosas: las relaciones del hombre con Dios, consigo mismo y con los demás. Es un torrente impetuoso e incontrolable de gracia que va a dinamizar la historia entera dividiéndola en dos. A partir del acontecimiento de Belén la historia se divide en dos ciudades irreconciliables entre sí. Dos ciudades opuestas y en lucha permanente: la Ciudad de Dios y la ciudad que libremente se somete al imperio tenebroso del príncipe de este mundo que es homicida, enemigo declarado de Dios y del hombre, perturbador y mentiroso.
Hay un antes y un después. Hay un reto que se presenta a todo ser humano: “Quien no está conmigo está contra mí. Quien no recoge conmigo desparrama”. Esta fuerza transformadora de la realidad y de las personas se llama gracia y tiene su fuente y manantial en el corazón mismo de Dios. Es el torrente del amor divino que hace posible el milagro de los cielos nuevos y de la tierra nueva. El triunfo está del lado de esta corriente amorosa, vigorosa, vivificante y luminosa. El fracaso estrepitoso está del lado de quien la desprecia, de quien la rechaza culpablemente, de quien la ignora con soberbia, o de quien la combate temerariamente.
No nos dejemos engañar. Contemplemos con mirada de fe y visión sobrenatural el Misterio de Belén. Sólo así podremos descubrir como detrás de la vulnerabilidad del Niño indefenso de Belén se esconde la fuerza más poderosa y formidable que el hombre puediera imaginar: la fuerza arrolladora y transformante de la gracia y del amor divino. Detrás de la figura débil del Divino Infante se esconde el asiento de la Sabiduría ante quien toda la ciencia del hombre arrogante no es más que pura necedad. Detrás del balbuceo del Pequeño, envuelto en pañales y recostado en el humilde pesebre, se esconde la Palabra; la única y verdadera Palabra, poderosa y eficaz, contundente y creadora.
Apenas el Niño acaba de nacer y ya la Iglesia, Esposa Mística del Cordero inmaculado, expresa sus primeros lamentos y preocupaciones: “¿Por qué se embravecen los pueblos y maquinan las naciones vanos planes?”.
Este mismo reparo y preocupación maternal de la Iglesia Esposa y Madre se convierte en advertencia precavida y prudente dirigida a todos sus hijos. Se trata de la advertencia materna que nos recuerda que el Mal está siempre al acecho; el Mal no tolera la presencia del bien; las tinieblas están siempre en actitud desafiante para sofocar el brillo de la luz. El poder de la mentira alberga siempre la pretensión de ahogar el despunte de la verdad.
La Noche Santa de Belén ofrece su tesoro escondido desde los siglos. En Belén –Casa del Pan- se ofrece a la humanidad la Alianza Nueva entre el cielo y la tierra, que es Alianza de Paz, de indulgencia, de reconciliación y de gracia sin medida. Sin embargo la paz, el bien, la luz y la verdad habrán de abrirse paso a través de la historia en medio de luchas y permanentes asaltos.
Lejos de todo espíritu de derrota y negatividad los seguidores del Niño Divino habremos de avanzar confiados con la certeza que sus palabras nos infunden: “Todo lo puedo en Aquél que me conforta”.
En compañía de María y José admiremos y contemplemos el Misterio del Verbo humanado. ¡Venite, adoremus!

*P. Manuel María de Jesús